Tibú o la cita de todos los demonios

Bien se ve que los fenómenos no son nuevos. Lo nuevo es que se entrelacen en un solo conflicto y en un solo sitio. Porque los condimentos de la receta, familiares para todos,  han coincidido en Tibú, en el tiempo y el espacio.

Como hace más de diez años fue en Arauca, en Tibú, Norte de Santander, se han dado cita todos los demonios. Y si no se le presta atención inmediata a ese caos espantoso, no solamente se comerán los demonios esa región, sino a una buena parte del país. Y es probable, para nuestra desgracia, que el remedio esté lejos o que no llegue nunca. Porque las cosas van a ritmo de Santos, el que ya conocemos.

Tibú está en la frontera con Venezuela, lo que significa que es tierra de los huéspedes de Maduro, ayer de Chávez, que pegan acá y se refugian allá. Y esos huéspedes son las FARC, el ELN y las BACRIM, que no solo traen el ímpetu terrorista sino también el interés incontenible por el narcotráfico. Buena combinación, como cualquiera entiende, y especialmente eficaz en esa región, por la proximidad inmediata con los mejores nuevos amigos del Presidente.

Hasta hace muy poco tiempo esa adolorida comarca era el escenario de las voladuras del oleoducto, con su cortejo de muerte, destrucción y envenenamiento de cualquier tipo de vida. Pero esa infame tarea, a la que  estaba dedicado el ELN, encontró complemento en el problema de la cocaína, que va cobrando perfiles de tragedia griega. Porque desde hace mucho la zona que va desde Ocaña hacia la frontera era corredor del maldito producto, que trató de enfrentar el Ejército en heroica acción que ha detenido el escándalo malévolo de los falsos positivos. En eso andábamos.

Pero faltaba otro actor para la escena. Y era la coca misma, con gigantescos cultivos a lo largo de todas las riveras del Catatumbo, que  protegen las FARC, el ELN y las BACRIM, enfrentando unidos al Ejército y emboscando la Policía. Solo que ahora, como lo vieron mucho más eficaz, empujan a los campesinos a una especie de nuevas marchas cocaleras, tan conocidas y antiguas como las que hubo de enfrentar en el Caquetá el General Harold Bedoya Pizarro, cuando era Comandante del Ejército.

Bien se ve que los fenómenos no son nuevos. Lo nuevo es que se entrelacen en un solo conflicto y en un solo sitio. Porque los condimentos de la receta, familiares para todos,  han coincidido en Tibú, en el tiempo y el espacio.

La cosa empieza con la guerra política. Llamaba la atención que toda la izquierda se mostrara tan empeñada en los llamados falsos positivos de Soacha. Ahora sí entendemos. Es que esas agrupaciones, que saben lo que es la estrategia ofensiva y la combinación de todas las formas de lucha, encontraron a la mano la forma de neutralizar a las Fuerzas Militares y a la Policía. No hay general y no hay soldado que se atrevan a una operación ofensiva desde Ocaña hasta la frontera. Cualquier baja enemiga será la de algún campesino indefenso o de algún inocente joven reclutado en Soacha, o en cualquier parte. Y a nadie le gusta que lo metan treinta años a la cárcel. ¿Está claro?

Castrados Ejército y Policía, el camino quedaba franco. Las voladuras de los oleoductos ayudarían a tener ocupadas las fuerzas en esa tarea, si es que alguna cosa pretendieran hacer con el uso de las armas. Pues a cuidar un tubo, se dijo. Y ahí vino la operación en grande del cultivo de la coca. Y como no se puede fumigar, porque el chavismo no deja y el gobierno colombiano se tragó ese bocado, quedaba la erradicación manual. Pues unas cuantas bombas anti persona harían el trabajo. Y  la marcha campesina empujada por fusiles y el hambre, dos argumentos irresistibles cuando se usan a la par, completarían el milagro. Lo que faltaba era el refugio que brindaría Venezuela y la ineptitud de Santos para manejar cualquier problema.

Si Uribe fuera Presidente, hace rato habría sesionado en Tibú con todos sus Ministros; hace rato que Ejército y Policía estarían acosando a los narcotraficantes, en la frontera o un poquito más allá si fuera menester; hace rato habría en Tibú nuevos desarrollos agrícolas; hace rato se habría puesto en evidencia que los tales falsos positivos de Soacha son parte del complot. Si Uribe fuera Presidente…

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