¿Cuántos Catatumbos?

Para que no haya dificultades en la interpretación de nuestras palabras, estamos diciendo que mientras las FARC hablan de paz en La Habana, nos hacen y nos ganan la guerra en el resto del país. Así paga el diablo a quien bien le sirve. Y todas las gentilezas de Santos con esos bandidos están cobrando plena reciprocidad.

Ya midieron las FARC al Gobierno. Ya saben que es indeciso, tardío, cobarde. Ya saben que pueden hacer cuantos les venga en gana, como tomarse un buen trozo del territorio nacional, sin que les pase nada. Como impunemente se han tomado a Tibú y a otros once municipios del Norte de Santander. No se han ganado ni un regaño del doctor De La Calle en Cuba, y se apoderaron de toda esa zona limítrofe con la frontera venezolana. Lo que significa que pueden venir por más. Y por supuesto, vendrán.

Cuando denunciábamos la incompetencia gubernamental para afrontar la supuesta marcha campesina del Catatumbo, nos llovían rayos y centellas. Y como siempre ocurre, las FARC negaban tener algo que ver en semejante conjura, aunque los plenipotenciarios de La Habana se hicieran fotografiar y filmar con carteles alusivos a la revuelta. Pero siguiendo la vieja táctica leninista, negaban, negaban y negaban.

Toda la patraña duró hasta que se hizo el descubrimiento del hombre que comandaba el movimiento. Un tal César Jerez, que nada tiene que ver con el Catatumbo y mucho menos con el quehacer campesino. Es un ingeniero de minas de Azerbayán, parte de la antigua Unión Soviética, que por casualidad escribe para Anncol, Resistencia y otras publicaciones de las FARC; que por casualidad trabaja en la zona campesina de Cimitarra, donde emparenta espiritualmente con el Padre De Roux, y el resto del ala comunista de los Jesuitas;  que por supuesto aparece en los computadores de Raúl Reyes, el Mono Jojoy y Cano, quienes lo distinguen como su hombre de confianza para delicadas misiones de propaganda e infiltración; que por supuesto es traductor de textos soviéticos, en nada vecinos al Archipiélago de Gulag, o a La Guerra y la Paz o a Los Endemoniados;  que por supuesto tiene en su haber largas correrías por Europa, ambientando la guerra de las FARC contra el Estado colombiano; que por supuesto ha pertenecido, desde hace rato, al Partido Comunista Clandestino.

Y Jerez sigue muy orondo, arrebatándonos  una parte vital del territorio patrio, en todo punto de valor estratégico para la economía y el porvenir del país. Ni hablar de que el Fiscal lo investigue, ni de que el Gobierno lo haga detener. Hay que  rodear de garantías a los que se roban a Colombia.

El Catatumbo tiene riquezas naturales inapreciables; el Catatumbo es el epicentro de una extendida y peligrosa red de producción y tráfico de cocaína; el Catatumbo es la clave para dominar Arauca y por Ocaña poner en jaque el interior de la República; desde el Catatumbo se amenaza todo el transporte del crudo que Colombia produce en los pozos de más rica y promisoria explotación que tenemos. El territorio ha sido bien escogido y el Gobierno al que estas cosas se le pueden hacer, también. Pero este es apenas el comienzo. Las FARC tentaron el vado y saben que pisan firme a poca profundidad. Lo que significa que nos vamos a llenar de Catatumbos. El otro candidato es el Putumayo, donde hace rato se prepara una cosa parecida. Y luego caerán sobre la Guajira, para felicidad sin límites de los nuevos mejores amigos de nuestro Presidente.

Para que no haya dificultades en la interpretación de nuestras palabras, estamos diciendo que mientras las FARC hablan de paz en La Habana, nos hacen y nos ganan la guerra en el resto del país. Así paga el diablo a quien bien le sirve. Y todas las gentilezas de Santos con esos bandidos están cobrando plena reciprocidad. Y no hay respuesta, ni de dónde esperarla. Nuestra Ministra de Relaciones Exteriores no tiene cómo entender que lo de Panamá en 1.903 es un juego de niños comparado con lo de ahora. El Ministro Carrillo no alcanza sino para condenar a muerte a los colombianos que se atreven a disentir de sus ejecutorias, llamándolos enemigos de la paz. Y el Presidente es un rehén de las circunstancias que creó, una víctima de su propio invento, que empezó jugando a tener éxito en las encuestas y va en que la Nación de le deshace entre las manos. En eso estamos.

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