No hay mal que por bien no venga

“Yo oí una magnifica exposición de Darío Echandía. Y le oí decir: “ Hay algo que nos define, algo que nos da carácter: somos demócratas”. Pero en el mundo moderno, la democracia no es resolver un problema sino plantearlo. Democracia! Pero cuál?. La multitud ama la democracia. Todos la amamos en este país. Pero cuál es la que deseamos ver realizada?” Jorge Eliecer Gaitán

El 7 de Agosto de 2010 la traición estaba consumada. Muy pocos la cantaron y muchos no la creían posible. Pero los hechos son tozudos y los visionarios confirmaron sus predicciones. La traición de Santos no es un problema moral sino real. Ésta llevó al país a padecer nuevamente los horrores de la violencia, los daños en la economía y la pérdida de la confianza, con todas sus repercusiones sociales.

“No hay mal que por bien no venga” decían las abuelas. ¡Cierto! Esta traición destapó una realidad, que hubiera podido mantenerse oculta mucho tiempo, si no se hubiera presentado. La maquinaria del partido de la U utilizó la imagen del Presidente Uribe para ganar curules, gobernaciones y alcaldías, pero no existía en buena parte de sus miembros ningún compromiso con esas tesis. Fue una traición colectiva, pocas veces vista, a un pueblo confiado y comprometido con su líder y a las banderas con las cuales lo eligieron.

No es de extrañar, al ver estos bandazos, que los partidos políticos tengan más del 70% de imagen negativa en la opinión nacional. No será fácil recuperar la confianza de los colombianos en los partidos, pilares fundamentales de cualquier democracia.

El Centro Democrático, actualmente en construcción, debe decidir si desea convertirse en un partido que sólo aspire a conquistar un triunfo en la contienda electoral de 2014, o en un partido que marque un derrotero histórico en este siglo que comienza.

No se trata sólo de colocar estas intenciones en los estatutos o hacer declaraciones en ese sentido. No ha habido ningún partido que se haya construido sin mencionar esa aspiración. El último, y como ejemplo negativo, fue el partido de la U, que vistas las circunstancias se convierte ahora en un partido desechable para quien lo utilizó en su provecho, el presidente Santos.

El CD cumple casi todos las condiciones para convertirse en una partido con perspectiva histórica: Un líder excepcional, convocando unas tesis que son guía para largo plazo y una base social amplia y comprometida. ¿Qué podría faltar?

Precisamente aquello en lo que han fallado los otros partidos, aquello que los ha convertido en limitados protagonistas del querer ciudadano. En la aplicación de una regla de oro: la democracia interna.

La Democracia ha tenido varias expresiones y aplicaciones en la historia universal. Los griegos y los romanos tenían una forma de democracia participativa, pero excluían a los esclavos o a los no ciudadanos de ese derecho. En Colombia, sólo en 1954, en una reforma constitucional promovida curiosamente por la única dictadura del siglo pasado, se le otorgó el derecho de voto a la mujer. En EE.UU, a pesar de que existía una enmienda constitucional -1870-, que garantizaba a todos los ciudadanos, sin distinción de color, el derecho al voto, solamente en 1965 se logró acabar en varios Estados americanos con las trabas que impedían ese derecho a los negros. Ejemplos que demuestran que no siempre la práctica es coherente con la teoría.

En nuestro caso, la democracia es una palabra muy repetida pero poco aplicada en los partidos políticos, a pesar de que ha sido un anhelo histórico de los colombianos. Siempre se encuentra una excusa o marrulla para no utilizarla. La democracia no puede ser camisa de cambio que se utiliza de acuerdo a las circunstancias. Debe aplicarse sin reparos y sin excepciones en todos los casos.

El empleo de la misma, debe surgir de arriba abajo, es decir, de los líderes hacia la base y debe convertirse en un hábito individual, para constituirse con el tiempo en un hábito social. La confianza de los dirigentes en las decisiones de las bases y a su vez su capacidad de influirlas con argumentos y no con el bastón de la autoridad, crea un ambiente de fraternidad y trabajo, y los liderazgos se pulen  y se  prueban en ese ejercicio.

Eso se logra no sólo con declaraciones. Principalmente debe hacerse con el ejemplo de los líderes. Mientras esto no se dé, la costumbre de torcerle el pescuezo a los mecanismos democráticos es la que hará carrera y se convertirá en regla.

El Centro Democrático tiene una oportunidad histórica: la de retomar el rumbo en este periodo y la de dejar para las generaciones futuras un partido que aplique a profundidad la democracia y, a su vez con su ejemplo, influya en toda la sociedad. Creo que ese es el camino de un nuevo país, en que el perverso porcentaje de imagen negativa de los partidos sea cosa del pasado.

Fernando Alameda Alvarado

 

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