Uribe, el gran colombiano

Además, en medio de ese esfuerzo titánico por recuperar la seguridad, el gobierno de Uribe avanzó como ningún otro en el desarrollo económico y la cohesión social.

Absolutamente contundente e inapelable el resultado del ejercicio de opinión pública realizado por History Channel y El Espectador, en el que fue escogido como el Gran Colombiano de todos los tiempos el expresidente Álvaro Uribe Vélez. Es una demostración indudable del profundo agradecimiento de los colombianos con el legado de su gestión, y una prueba más de la vigencia de su liderazgo en el país. Fue un motivo de alegría para la mayoría de los colombianos, y de mal disimulada irritación para sus detractores.

Este interesante ejercicio impulsado por History Channel se ha realizado con la misma metodología en muchos países del mundo. Sus resultados han sido esclarecedores. En Inglaterra ganó Sir Wiston Churchill; en Francia, el general Charles de Gaulle; en Sudáfrica, Nelson Mandela; en Estados Unidos, Ronald Reagan; en Colombia, Álvaro Uribe Vélez. Bien mirado, estos líderes tienen algo en común: redimieron a sus países cuando estaban al borde del abismo como resultado de crisis catastróficas, y les devolvieron a sus pueblos la esperanza. Por eso los pueblos agradecidos guardan su recuerdo en lo profundo de sus corazones.

En Colombia un millón de personas participaron con su voto en el ejercicio, que además se nutrió no sólo con la ilustración sobre los candidatos que permanentemente realizó History Channel durante cerca de los tres meses que duró el ejercicio, sino  con tres foros desarrollados en la Universidad del Norte en Barranquilla, la Universidad de Antioquia en Medellín, y la Universidad Sergio Arboleda en Bogotá. Estos foros fueron ampliamente difundidos por Zoom, el principal canal de televisión universitaria del país. O sea, esto no fue una consulta de un día hecha a las volandas por teléfono, fue una consulta ilustrada en la que los votantes tuvieron tiempo suficiente para razonar su voto, sin presiones ni urgencias, y en forma totalmente libre.

Son muchas las razones para que la gente hubiera escogido a Uribe. Cuando inició su mandato, el país estaba al borde del abismo, muchos observadores internacionales nos consideraban un país inviable, e instituciones académicas muy serias nos incluían en la lista de “Estados fallidos”. El paramilitarismo y el narcotráfico estaban totalmente fuera de control. El Pentágono alertaba sobre la posibilidad de una victoria militar de las FARC. Como resultado del enfrentamiento bárbaro entre los grupos irregulares que se disputaban el control del territorio y de la población, se vivía una grave crisis humanitaria que nos ubicaba en los primeros lugares del mundo en homicidio, secuestros, desplazamientos forzosos de personas, ataques a poblaciones, etc. Las inversiones nacional y extranjera estaban por el suelo. Los colombianos emigraban por decenas de miles, amenazados y empobrecidos.

Los ocho años de Uribe le devolvieron la esperanza al país. Colombia no se convirtió en un paraíso, pero encontró la senda segura para normalizarse y progresar. El homicidio se redujo a la mitad; el secuestro, en 90 por ciento; los ataques contra las poblaciones desaparecieron; el desplazamiento forzoso descendió abruptamente; las carreteras volvieron a ser transitables. Los paramilitares fueron desmovilizados y desarmados en el 95 por ciento, los sindicados de crímenes de lesa humanidad fueron encarcelados por centenares, su cúpula fue extraditada por incumplir el compromiso de no volver a delinquir. Las guerrillas se redujeron a menos de la mitad, las deserciones se multiplicaban año tras año, cundieron la desmoralización, los señalamientos, la desconfianza y las purgas internas. Las siembras de coca y las toneladas producidas de cocaína se redujeron a menos de la mitad. El Estado recuperó en gran parte la soberanía sobre el territorio, y el imperio de la Ley brindó seguridad a la población.

Además, en medio de ese esfuerzo titánico por recuperar la seguridad, el gobierno de Uribe avanzó como ningún otro en el desarrollo económico y la cohesión social. La cobertura en salud pasó de 23 millones a 43 millones de personas; la educación básica se hizo universal, la media subió del 57 al 80 por ciento, la superior pasó del 22 al 36 por ciento, el SENA septuplicó la formación vocacional y decuplicó la técnica y tecnológica; el ICBF pasó de 2,8 millones de niños atendidos a 4,1 millones; los subsidios a familias pobres subieron de 320.000 a 2,6 millones de hogares; se entregaron y titularon 4,8 millones de hectáreas de tierra a los campesinos, entre otros muchos logros sociales. Como resultado, la pobreza se redujo en 16 puntos porcentuales. Los logros económicos también fueron extraordinarios: la inversión extranjera se multiplicó por cinco, el PIB anual se triplicó, las exportaciones se triplicaron, el PIB per cápita se multiplicó por 2,3, etc.

A pesar de la inclemente y permanente campaña de los grandes medios de comunicación en su contra, el pueblo colombiano le reconoce a Uribe haberlo liderado para superar una de las más profundas crisis que haya vivido el país, y le agradece por haberle devuelto la esperanza. Por eso lo ha elegido el Gran Colombiano de todos los tiempos. Y por eso añora y desea su regreso triunfal a la política activa desde el Congreso Nacional, apoyando a un nuevo presidente que retome sus probadamente exitosas políticas en todos los campos.

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