Paros sin control

El Gobierno sólo atina a satanizar las protestas, a acusar al expresidente Uribe y al senador Robledo de estar detrás de ellas.

Definitivamente el control del orden público se le salió de las manos al Gobierno. El paro campesino y camionero ha sido muy extendido y traumático, así el Gobierno en una desafortunada salida lo haya despreciado señalando que “no ha tenido la magnitud esperada”. Esta salida en falso ha sido, por supuesto, un acicate para extender el paro. Y las soluciones de fondo no se ven por ninguna parte.

En efecto, en el cuarto día de paro, la Policía de Carreteras informaba que había taponamiento de 38 vías en 11 departamentos. Los más afectados por la falta de transporte han sido Boyacá, Nariño, Cauca, Caquetá, Valle y el norte de Antioquia. Tunja y todos los municipios de Boyacá han estado sitiados y aislados por falta de transporte terrestre durante varios días; Pasto y Popayán han tenido serios problemas de transporte. Decenas de miles de camiones se han quedado a las orillas de las carreteras sin transportar carga. El desabastecimiento ha sido notorio en muchos sitios: de 24 gasolineras existentes, sólo dos estaban vendiendo combustible en Tunja y sólo 20.000 pesos por vehículo, lo que ha provocado enfrentamientos de los usuarios con la Policía. Más de 10.000 camiones dejaron de circular en el Valle. Muchos vehículos han sido afectados por  hechos violentos. En las goteras de Bogotá hubo enfrentamientos. Decenas de personas fueron detenidas por la Policía, más de 100 miembros de esta institución han sido heridos en las manifestaciones.

Pero el Gobierno sólo atina a satanizar las protestas, a acusar al expresidente Uribe y al senador Robledo de estar detrás de ellas, o, como dice el dicharachero funcionario Lucho Garzón, y contra toda evidencia, de estar al frente de las mismas. Por supuesto que esos dos dirigentes políticos, como muchos otros en las regiones y como la mayoría de los colombianos, reconocen la validez y la legitimidad de las razones de muchos sectores del campo para protestar pacíficamente. Otra cosa es azuzar la violencia y las vías de hecho; esta es una calumnia contra esos dirigentes que no se han cansado de explicar por qué son válidas las protestas y cuáles serían las soluciones, al tiempo que llaman a los manifestantes a la cordura y a no dejarse llevar por la violencia. Personalmente fui testigo de esto en cinco poblaciones de Huila donde el expresidente Uribe estuvo de gira el fin de semana previo al paro. Casualmente allá no ha habido desmanes.

Por supuesto que las FARC tratan de pescar en río revuelto allí donde sus frentes terroristas y sus milicianos pueden infiltrarse en las marchas y provocar hechos violentos. Es una directriz nacional hacerlo para aprovechar de manera oportunista las protestas, introduciéndoles artificialmente sus propias banderas para presionar al Gobierno en las conversaciones de La Habana.

Pero también hay que aclarar que no en todos los sitios donde se han presentado hechos violentos han sido las FARC las que los han provocado. Fueron campesinos inocentes que desesperados frente a su angustiosa situación y ante la indolencia y el desprecio del Gobierno, no han encontrado otra vía para hacer sentir su voz y hacer respetar su derecho a tener una vida digna para sus familias, que las protestas violentas, los cierres de carreteras, los enfrentamientos con la Policía y la afectación de los vehículos. Nada de esto se justifica y todo es totalmente condenable, pero tiene su explicación en el agotamiento de la paciencia de los campesinos por la permanente burla y por la indolencia del Gobierno ante su calamitosa situación.

Ha sido el caso, por ejemplo, de los campesinos de Boyacá, departamento donde con mayor crudeza se han vivido las protestas: allí no hay frentes ni milicianos de las FARC incitando a la violencia, han sido los trabajadores del campo quienes se han visto acorralados por el abandono gubernamental y no han encontrado otra forma de hacérselo saber a los funcionarios y al país que las vías de hecho y los desmanes. Condenable, pero explicable.

Los campesinos y todos los sectores que han visto deteriorar su situación durante la presente administración no acaban de entender ni de aceptar cómo es posible que el Gobierno se muestre tan solícito y generoso a la hora de negociar con los terroristas de las FARC en Cuba, al mismo tiempo que descalifica los reclamos de los campesinos, incumple sus compromisos, sataniza las protestas y elude las soluciones. Dice que no dialoga con campesinos que taponan vías, pero sí dialoga con terroristas que todos los días asesinan soldados y policías.

Finalmente, hay que ratificar que sí hay soluciones a los reclamos de los campesinos que han visto reducir sus ingresos por la revaluación, el encarecimiento de los insumos, el endeudamiento y los bajos precios de sus productos. Compras masivas de dólares por parte del Banco de la República, una baja significativa de las tasas de interés y condiciones más exigentes para los capitales golondrina podrían revaluar el peso colombiano; subsidiar mediante reducción de impuestos la producción de fertilizantes y otros insumos agrícolas, para que sus precios internos no superen  los de países vecinos; recuperar competitividad y reducir el contrabando; eliminar muchas arandelas que hoy encarecen el precio interno de los combustibles, y condonar las deudas de los sectores agrícolas en dificultades. Pero para esto se requiere sensibilidad social, liderazgo y voluntad política, que es de lo que carece este gobierno cuyo interés primordial es dialogar con las FARC en La Habana.

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