Cenizas y Traición

En la medida que la labor política se hace más difícil por las conversaciones en La Habana y aumenta el clientelismo en el gobierno, el fantasma de los disociadores recorre el país por lo menos para expresar razones sin soportes, en lugar de aunar voluntades para fortalecer la democracia y hacer caso omiso a las ambiciones de grupúsculos, que todos sabemos no tienen credibilidad ante la opinión pública, y aunque algunos personajes de la clase dirigente, se hacen cada día  más pragmáticos, porque viven esa realidad, al final,  los demócratas, los buenos, somos victimados por los traidores, los apátridas y los malos hijos que pisotean la libertad y tratan de destruir a las personas sensatas y honorables con montajes de fotos o ciertos parecidos, siendo aplaudidos por los enemigos  surgidos de las cenizas de la traición, especialmente por los que son competencia y se les escaparon las oportunidades, convirtiéndose en actores condenables, haciéndose los célebres en reuniones sociales de “clase de abolengo”.

La paz y el bienestar de nuestros semejantes deben ser más importantes que nuestros gustos y preferencias. Sea que nos preocupemos por servir a otros o que nos enfrentemos a problemas personales, debemos actuar con igual convicción, esa es la razón por la cual  la gente sencilla del pueblo no ha hecho coro a una campaña preelectoral que a destiempo habla mal de un candidato al Senado simplemente porque se da cuenta que su contendor dentro del Centro Democrático hace rato le cogió ventaja y entonces tiene que recurrir a descalificarlo, ¿Será acaso que se trata de una píldora de ensayo, para ver la reacción que se produce y proceder en consecuencia? Admitamos que la pobreza de carisma lo aleja  cada día más del centro de sus pretendidas aspiraciones y no tiene chance de romper esas  cadenas mientras subsista en su mente el deseo de atención en contravía que muchos creíamos etapa superada, pero al parecer,  estábamos errados. Errar es de humanos y es un gran don el poder equivocarnos, siempre que aprendamos de nuestros errores y sigamos investigando para llegar a la verdad y corregirlos.

La actividad política es casi imposible exenta de chismes, trapisondas y fusilamiento, sumario de honra en cualquier escenario. Por ello, es tan difícil en cualquier ambiente político,  distinguir el bueno del malo y viceversa. No obstante, y a pesar de la niebla y el descaro que se practica, sugiero que por más mal que nos hablen de alguien, siempre procuremos tratar de conocer a las personas, y no permitamos que nadie nos prejuicie contra nadie y además recordemos que uno no puede escoger  la familia, sino que buenos y malos están ahí, y no hay forma de cambiarlos, a menos que, ellos mismos los actores políticos, los procesos, el descrédito o el anquilosamiento los relegue.

Sin embargo, lo más cruel, patético y decepcionante de la actividad política es que cualquier villano, a costa de fusilar honras, trata de reencaucharse sin méritos y sin valores éticos.

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