Evidencias de un fracaso anunciado

Esta semana, como tantas otras en el curso del presente año, ha sido rica en episodios vinculados con las conversaciones en La Habana.

Y todos ellos evidencian, de nuevo, los errores y deficiencias de un proceso que no debió haberse iniciado en las condiciones en que lo puso en marcha el presidente Santos.

La verdad es que no hay razones para sorprenderse.

Las Farc carecen de verdadera voluntad de paz; si la tuvieran, su comportamiento sería diferente.

De otro lado, el famoso marco para la celebración de las conversaciones, que el gobierno presentó, en forma engañosa, como un ejemplo de seriedad, no es más que un cuento teórico con pretensiones académicas sin sustento en la realidad.

Si bien se mira, los objetivos de la administración Santos y las Farc son distintos, la agenda no coincide, las tres etapas no fueron acordadas, las visiones sobre los tiempos son diferentes y la manera de comunicar lo que sucede en Cuba a los colombianos no obedece a mecanismos consensuados.

En esas condiciones, ¿qué puede esperarse?

Nada, es la respuesta sin vacilación alguna.

Así mismo la fórmula según la cual no hay acuerdo hasta que todo esté acordado impide hablar de entendimientos reales, como han querido presentarlo, otra vez de manera engañosa, sobre algunos puntos.

Lo que predomina es el ansia mediática.

Todo se hace con el propósito de mostrar realidades artificiales, un liderazgo que no existe y esfuerzos que en la práctica no conducen a ninguna parte.

El discurso del presidente en la ONU fue para la tribuna nacional y es inútil.

Eso de reclamar que se nos respete el derecho a buscar la paz, como si alguien estuviera negándolo, es un cuento para niños.

La comunidad internacional lo que espera es que Colombia cumpla con las obligaciones que tiene en materia de lucha contra la impunidad.

Y el estilo que utilizó Santos para narrar su encuentro con la fiscal de la Corte Penal Internacional lo único que muestra es que le dijeron más, mucho más, de lo que contó cuidando tanto sus palabras.

¿Se imaginan lo que sería hoy la música de la orquesta oficial cantando las victorias si el resultado de esa conversación hubiera sido satisfactorio para el Presidente?

Me atrevo a asegurar que, además de las naturales cortesías, la alta funcionaria le dijo que su marco de acción es el Estatuto de Roma, que Colombia está obligada con sus términos y que no puede haber impunidad.

Como si no fuera suficiente, en estos días se escuchó otra de las ampulosas proclamas de ‘Timochenko’, que se acompañan de terrorismo contra los colombianos, amenazando.

En fin, pese a que era previsible, hay que decir que las conversaciones con las Farc van mal porque empezaron mal.

Es lamentable que Colombia esté padeciendo un retroceso tan grave por cuenta de que este gobierno resolvió hacer lo que se le vino en gana al desconocer un mandato tan claro como el que recibió.

Pero ya la opinión le está pasando la factura.

Desafortunadamente, las consecuencias de tantos errores y equivocaciones las pagará nuestro país durante mucho tiempo.

Ya se están viendo con mayor claridad las evidencias de un fracaso anunciado.

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