Por una mano de poker

Por primera vez, un periodista que ha llevado y lleva todavía al presidente Santos en el corazón, intenta señalarle con oportunidad uno de los más explosivos elementos del desastre que se avecina. Mauricio Vargas le grita, en su última columna de El Tiempo, que entre más ignominioso sea el acuerdo de La Habana, entre más impunidad conceda a los delincuentes de las FARC, entre más lesivo resulte lo firmado para el país, más votos sacará el uribismo.

Esas casi que pueden considerarse palabras proféticas, mucho más dicientes y significativas por provenir de donde vienen, porque los medios han sido en gran parte culpables de la ceguera y vanidad del mandatario, a quien han envuelto en una falsa aureola. La aureola del príncipe poderoso y encantado, que él se creyó. Cuando se exhibió la película El discurso del rey lo encontraron idéntico al personaje del filme. Él se comió el cuento y se creyó actor y rey y tartamudeaba convencido.

La verdad sería que si el doctor Santos le hubiera sido leal al mandato que le entregaron los colombianos, hoy tendría asegurada su reelección. Los golpes a las FARC, la eliminación de Jojoy y Cano, que presume victorias suyas, no fueron otra cosa que el coletazo victorioso de la seguridad democrática, elevada al máximo nivel durante los ocho años del gobierno de Uribe. Hoy esos golpes se han reducido al mínimo tras embarcarse en el proceso de La Habana, las que están en alza y expansión son las tropelías de las FARC.

Si hubiera persistido en la eliminación de ese flagelo, a estas alturas muy pocos jefecillos guerrilleros quedarían para contarla. ¿Qué otra cosa le hubiera brindado el mayor respaldo de los colombianos y la casi segura reelección que el afianzamiento de la seguridad democrática? Pero no, cambió todo el programa, le jugó sucio a sus electores y traicionó a su principal mentor, todo por una mano de poker. ¡Cambió su progenitura por una mala carta!

A las predicciones de Mauricio Vargas pueden agregarse otras variables, todas funestas a la reelección. Veamos: 1° que no pacte la impunidad sino que se retire de la mesa de La Habana, que sería lo mejor que puede hacer. Igual, el fracaso del que fue el principal programa de gobierno lo dejaría desnudo a la puerta del garito, 2° Que pacte la impunidad de los delincuentes de las FARC y ?supongamos? resulte ganador del referendo amarrado a las elecciones por la confusión que logre sembrar en el cuestionario y otras artimañas. ¿Le garantiza esto la reelección? ¿Le garantiza un pacto de impunidad y vergüenza nacional al menos un año de gobernabilidad, en caso de ser reelegido? ¡Oh, santa ingenuidad!

Qué gran gobierno hubiera hecho dedicándose al trabajo, adecuando el país, la economía, la infraestructura, la producción, a las exigencias de los grandes mercados que nos han abierto los Tratados de Libre Comercio. Esto necesitaba la devoción y el diario y perseverante empeño enseñado por el presidente Uribe, y junto con eso el acompañamiento del mismo presidente Uribe en persona, su consejo y sabiduría, pero no, prefirió gobernar con las ideas de Piedad Córdova y hacer equipo con el detritus samperista, lo más deplorable de la vieja clase política. ¡Lo cambió todo por una mano de poker, y la jugada le ha salido mal!

Mauricio Vargas tiene toda la razón. Entre más impunidad se pacte en La Habana, mayor será el furor de los colombianos.

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