LA LÓGICA Y EL SABOR DE LO OBVIO EN LA COCINA COLOMBIANA

La sociedad está bien ordenada cuando los ciudadanos obedecen a los magistrados, y los magistrados a las leyes.

Solón de Atenas

Si un cocinero griego degustara la sopa colombiana, a cucharaditas, con sorbos que buscaran el sabor de lo deliciosamente obvio, ¿qué diría ese chef? El verdadero debate político por Colombia, no los partidos, debería ser un banquete de felicidades sabrosas en busca de la verdad, sin que nos importara que viniera la receta  de ese lado de la mesa o de aquel. Desde luego que ese banquete no se está dando en La Habana, porque allá no se habla de la verdadera buena cocina por Colombia, sino de las conveniencias políticas. Por eso la política se ha convertido en un tragadero de cosas rápidas y convenientes sin la salsa de la exquisita racionalidad. ¿Cómo se pierde la racionalidad en la vida política y se desemboca en la guerra y otras barbaridades de moda? Por la falta de sindéresis. Cuando acusamos en vez de discutir lo que está en litigio, no respaldamos lo que afirmamos, nos olvidamos de lo que nos conviene, confundimos a propósito, atacamos con falacias. Todo eso se neutraliza con un ingrediente llamado la lógica de lo obvio que nos haga apetecible ese alimento cerebral que es la discusión política enaltecedora; por algo la divisa de nuestro escudo nos recuerda lo esencial: libertad y orden; porque si queremos de verdad ambientar y mantener la paz, debemos recuperar la racionalidad que hemos perdido con la guerra, el alcohol, las drogas, la superficialidad y la sicología de las masas. Hay que encauzar la lógica de lo obvio, pues nuestra querida Colombia se mueve por unos idearios éticos anunciados con bombos y platillos como pueden ser la justicia, tolerancia, democracia, paz, convivencia ciudadana, Bogotá humana y en eso somos excelentes discípulos de Platón, quizá por aquello de que nuestra raíz fundacional se la ha llamado la Atenas suramericana. Pero decía también el maestro que una cosa es el mundo de las ideas y otra el de las realidades; y entre ellas cada colombiano tiene un pedacito de dogmático, intolerante, criticón, ‘mamagallista’, conformista, desmemoriado, indisciplinado, por cuanto nos pasamos por la conveniencia las reglas, señales y otras cosas. Además, el discurso florido de los catones nacionales, impulsores de rabias organizadas, fue una institución de la que nos habíamos olvidado. Por ello el ocurrente Gabo nos dio patente para el realismo fantástico en la literatura, pero se lo metimos a la política, el periodismo y vamos en las basuras y las plazas. Agreguémosle a lo anterior, como cuota humana de todos los continentes y épocas, el que hayamos venido heredando una combinación de ADN de una especial torcedura para enredarnos en  el legalismo, soslayar la insolidaridad, la mentira, el robo, la impunidad; quejarnos de la violencia y practicarla en sus diferentes modalidades civilizadas; maldecir la corrupción y perseguir al que la combate; acostumbrarnos al  narcotráfico, sin sorprendernos del peligro de que nos gobierne. Ahora díganme una vaina. ¿Qué se necesitaría para DEGUSTAR, manejar o servir esta sabrosa sopa comunitaria? Unos lo hacen con humor, muchos con talento para sacar el fuste, millones con la alegría, la calidez, la resignación cristiana o el ‘meimportapepinismo’ que se aspira con un pucho, que para eso son los neologismos decentes. Otros manejan la cocción de la sopa con autoridad sin par, unos pocos. Yo lo hago con la lógica de lo obvio y sencillo, como en la peluquería del barrio. Pero todos quieren ser libres y demócratas ante sí y porque sí, para servirse la sopa, sin consideración de los otros cuando llegan a alguna alcaldía griega porque se creen en el Areópago donde se dilucidaba todo. Pero resulta que a esta Atenas llegó la democracia y los arcontes del destino ya no mandan porque vamos para el 2014. ¿Será que en ese escenario nos alcanza a organizar la sopa un Ordóñez? ¡Ordéñense de la risa, como decía el payaso que no tenía la culpa de que se hubiera caído el maromero! Esa es la tragicomedia del circo grecocolombiano.

En esa remembranza estaba cuando se aparece la diosa Medea de Semana en la nube de internet y dice: “La indignación crece en la medida en que la sociedad se ha dado cuenta…” incitando a que las personas violen el Art. 4° de los Principios Fundamentales que más o menos era lo que decía Solón de Atenas; pero en las plazas de mi barrio conocen ese principio, aunque no sean griegos, y  la indignación crece contra Petro, no contra quien cumple la ley. Oí también  hablar de los derechos electorales que respeto y acato, pero en las ferias esos derechos pueden ser interpretados por los sofistas. El sofisma es el de la ‘autoridad reverenda’ que en este caso quiere decir la opinión más extendida, la supuesta autoridad del pueblo, de una mayoría o, simplemente del auditorio para sostener la verdad de un argumento. ¿Y cuál es la verdad del argumento populista en la Plaza de Bolívar que llamaba a la revuelta?: Que 723.157 personas votaron por Petro y son sus seguidores; y como representan al pueblo no es posible que se equivoquen. Y gritan entonces que se quede. Contra ello opongo la lógica de lo obvio:  la verdad no depende del número de personas que la apoyan, sino que la verdad es la que ha establecido el Procurador, no de acuerdo con los derechos electorales, sino con lo escrito en la Constitución y el CDU. ¿Cuáles son  las únicas verdades que se prueban en este caso? Que 723.157 personas eligieron a Petro, una verdad estadística, pero esa verdad no prueba el fundamento de su reclamo; que el Procurador eligió aplicar la Constitución y el CDU, una verdad jurídica que prueba lo que dice, por lo que los 723.157 votantes deben respaldar esa verdad en relación con el artículo 4, del Título 1 de los Principios Fundamentales que dice: “La  Constitución es norma de normas. En todo caso de incompatibilidad entre la Constitución y la ley u otra norma jurídica, se aplicarán las disposiciones constitucionales. Es deber de los nacionales y de los extranjeros en Colombia acatar la Constitución y las leyes, y respetar y obedecer a las autoridades.” La soberanía representada en los manifestantes de la Plaza de Bolívar la ejercen en forma directa al decir que eligieron a Petro, su única verdad estadística  probada; pero los verdaderos defensores que los defienden con la ley y no con la vociferante oportunidad de los balcones imperiales, lo hacen con la Constitución y su verdad jurídica respaldada y aceptada por 40 millones; sus defensores son el Procurador o el Vocero del Pueblo y no Petro, así no les guste el Procurador. Cuando los electores de Petro lo escogieron, expresaron su opinión, no una verdad incontrovertible por ser de una determinada ideología; muy diferente a la verdad de lo que es Petro, que se prueba con los resultados de sus actuaciones, no lo que dice, ni promete, ni les pide que hagan por él, porque la lógica de lo obvio dice: “Por sus frutos los conoceréis. ”A los reclamantes Petro no les dio el agua gratis, esa gratuidad fue posible gracias a los impuestos que pagan los ricos contra los que vocifera Petro; esa gratuidad la dieron los impuestos de los empleados que trabajan. Eso nos lo dice la lógica elemental, lo obvio, que no es lo que le conviene a Petro.

¿Qué ocurrió en la Plaza de Bolívar de la Atenas suramericana y se extiende virtualmente a través de los días? Un drama ateniense en el que los personajes son los medios, Petro, el pueblo y un imaginario Sócrates acusado, en el que todos condenan a un alcalde por los resultados, y las violaciones de la ley, pero no se preguntan por qué cometió esos errores; es decir, la lógica defectuosa pasa de agache, sigue haciendo estragos en la discusión sin explicar el impulso que lo motivó a una estrategia en contra de todas las advertencias; la explicación de ese impulso sigue siendo un misterio sujeto a descalificaciones, pero no a certezas. Quizá el error del Procurador es que no sea psiquiatra.

Y volviendo a Platón, decía Sócrates: “Sobre lo que dices vendrán ahora a apoyar tus palabras casi todos los atenienses y extranjeros, si deseas presentar contra mí testigos de que no tengo razón. Pero yo, aunque no soy más que uno, no acepto tu opinión; no me obligas a ello con razones, sino que presentas contra mí muchos testigos falsos… (Platón, Gorgias) ¿Si ven por qué hablo del drama de la Atenas suramericana? Aparece entonces en el escenario la Medea de Semana que quiere presionar a Sócrates con una multitud que existe en su imaginación; quiere encauzar la democracia según su interpretación a través de la protesta. Hay es que encauzarla mediante la lógica de lo obvio.

Después leí la entrevista de Medea a un barbudo de muchos pergaminos académicos sobre leyes, parecido a Solón de Atenas, a quien le preguntó: “¿Violó Petro la Ley 142”? (La que regula los Servicios Públicos Domiciliarios) y le respondió con un sofisma que la entrevistadora no captó, cegada por la autoridad del interlocutor, y dirigida a la supuesta ignorancia de los lectores: “Puede que él tenga (subjuntivo: apreciación subjetiva de posible, probable, hipotético) o no razón al decir que Petro se equivocó implementando ese nuevo modelo. Pero precisamente porque es una opinión no puede ser una falla disciplinaria.”

Ahora bien, la opinión es un juicio subjetivo de algo cuestionable. El entrevistado califica de ‘opinión’ lo que la ley 142 establece claramente cuando dice: el estado debe “Garantizar la calidad del bien objeto del servicio público y su disposición final para asegurar el mejoramiento de la calidad de vida de los usuarios.” ¿Leyó Medea el texto de la ley y sus múltiples concordancias? Creo que no, por eso acepta que se opine sin contra argumentar; su opinión no es ‘autorizada’; es decir basada en conocimientos para que su entrevista sea dialéctica, no un reportaje. También me pregunto: ¿Por qué no puede el ilustre entrevistado pronunciar una certeza ante la evidencia de lo que dice la ley y la prueba de lo que percibieron sus ojos y los de millones de bogotanos en relación con las basuras los días 18, 19 y 20 de diciembre de 2012? No puede producir esa certeza porque es opositor del Procurador; pero no lo hace con razones, sino con sofismas. No funciona con la lógica respetable del jurisconsulto, con la lógica del estadista y legislador Solón de Atenas, sino con la psicología de la pasión política colombiana que es una sopa de diferentes lógicas con los ideales platónicos y el ADN colombiano. Para tomarme esa sopa, pasarla, o degustarla, según las circunstancias, lo hago a cucharadas lentas con la lógica de  lo obvio, como lo hace la gente del común. Y como escribo en época navideña, le doy gracias a Dios, pues encuentro en la Biblia: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. ”San Mateo 11,25.

Después, leyendo mi esposa la edición 1.650 de Semana que en su carátula utiliza la falacia de ridiculizar al Procurador a falta de argumentos, lee en voz alta: “La destitución de Gustavo Petro convirtió en mártir a un mal alcalde.” Y se responde a sí misma con la lógica de lo obvio, develando la falacia de la falsa causa: “Sí, pero eso no impide que le apliquen la ley,” respondiéndole, sin saberlo, a Antonio Caballero cuando al final de su columna afirma que ahora Petro es un intocable. Esa Falacia de la ‘afirmación gratuita’ se comete cuando se da razón de las propias afirmaciones. Si Caballero hiciera semejante aseveración en el Congreso, o en un foro, lo dejarían exhausto con sopa y seco. Pero en la prensa escrita, columnas de opinión, editoriales, tertulias radiales, no existe ese riesgo, pues se elude la Carga de la Prueba.

La democracia griega se vio fortalecida por las opiniones de los votantes que estaban notablemente influidas por las sátiras políticas realizadas por los poetas cómicos en los teatros. En Colombia abunda mucho de eso, pero según mil leal saber, entender y sentir, nos falta entre semejante barahúnda de opiniones, jurisconsultos, especialistas y demagogos una cucharadita permanente de la lógica de lo obvio, en esta gran sopa colombiana.

Finalmente el Fiscal concede entrevista a Yamid Amat y la lógica de lo obvio detecta las siguientes contradicciones: Defiende al pluralismo de pensamiento en contra de un pensamiento único, pero le ‘recomienda’ al Presidente que no interprete la Constitución de manera tradicional, sino heterodoxa: una imposición. Pretende refutar la tradición  del derecho constitucional colombiano sobre los fallos de la Procuraduría, invocando su lectura distinta: impone su autoridad como la mejor. El argumento de la supuesta crisis no se resuelve con estilos de lectura, sino asumiendo realidades esenciales: Petro creó la crisis antes y después del fallo. Los derechos fundamentales son obvios en su lectura para que todos los entendamos y nos rijamos por ellos. El Art.323 habla de discrecionalidad en la ejecución del Presidente, pero Petro no interpuso tutela porque no se notificó, luego el Ejecutivo no puede actuar. Dice que no confronta la institucionalidad del Presidente, pero crea un hecho público de divergencia, enfrentando al Presidente y a la opinión pública de manera elegante y jurídica. Como el Fiscal ha invocado legislaciones extranjeras en algunas lo considerarían sedición. Como no soy abogado, sino que me atengo a los textos de sabiduría, Esdras dice en 4:19: "incitar el desafecto hacia el Estado o la autoridad constituida por medio de las palabras o escritos. "La Procuraduría también es autoridad. Critica la estructura antidemocrática de la Procuraduría, pero resulta que la Corte Constitucional a la que invoca como institución tutelar fue la que con su jurisprudencia resolvió todas las consultas dudosas del Código Disciplinario Único, siendo firmados muchos conceptos por el actual Fiscal, cuando era Presidente de esa Corte. Invoca el ‘consecuencialismo’ constitucional, para administrarle la discrecionalidad al Presidente, pero olvida del ‘consecuencialismo real’ al ignorar el querer de la mayoría bogotana que no votó por Petro. Así, que si nos atenemos al parecer del Fiscal Montealegre, tendríamos  que ser protegidos bajo la tesis de estupidez insuperable porque no hemos entendido lo que nos rige, ni nuestros intereses, ni  lo que el Fiscal hace: constituir un impedimento público ante Petro, si el caso llega a lo penal, empezándose ya a configurar esas crisis de potestades jurisdiccionales. Por eso el Procurador calla. ¿Qué haremos cuando el Fiscal se vaya? ¿A qué le teme en realidad el Fiscal? ¿Qué intereses defiende que lo hacen caer en tantas contradicciones? Al renunciar el Fiscal a la lógica de lo obvio, nos quiere arrastrar en sus contradicciones jurídicas y de sentido común, que están a montones en la susodicha entrevista.

Conclusión. Comienza este escrito con una cita que podríamos catalogar dentro del paradigma que he llamado ‘la lógica de lo obvio.’ ¿Para qué sirve? Para generar actitudes fundamentales de civilidad. ¿Qué es una actitud? Es una posición emocional, intelectual que tengo con respecto a principios, valores, personas, lugares, la historia de un país, la sociedad, etc. La lógica de lo obvio me dice que la Constitución se fundamenta para dar organización a la civilidad de una nación de tal forma que esa civilidad pueda ser defendida racionalmente, entre otras cosas, de los engaños de los sofistas. Las actitudes son el fundamento, el piso de nuestra vida natural. Esa lógica me sirve para tener una actitud de respeto frente a la Constitución y las leyes; si ese respeto no se ve, la lógica me dice la clase de persona que tengo al frente, no importa si es un jurisconsulto de pergaminos, presidente, alcalde, senador. En Colombia debe haber mucha lógica de lo obvio, porque si nos atenemos al carácter nacional, esta nación habría dejado de existir hace tiempos. Porque esa lógica es la que corrige las planas torcidas. Con base en esa lógica de lo obvio hago una pregunta de opinión, no legal: ¿Si la imprevisión y falta de responsabilidad del alcalde Petro lo llevó a cambiar el modelo de recolección de basuras y utilizar volquetas inapropiadas para esa labor, a pesar de todas las advertencias que se le hicieron, qué clase de responsabilidad le cabe en la muerte de Anceno Rodríguez, recogedor de basuras, quien cayó de una de las volquetas, al resbalar tratando de acomodar las bolsas de basuras y se mató? En esa parte del escenario que se ha omitido en los medios de manera conveniente ¿cree usted que la sanción contra Petro es excesiva?

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