Santos y Montealegre en campaña

Son  dos las campañas que manejan los personajes citados; una para la reelección de Santos, la otra para imponer un tratado de paz mediante engaños. Y en el cometido de la segunda, el Presidente se apoya en el fiscal, quien pareciera jefe de campaña. Ambos desconocen una premisa sobre la paz: sin justicia no hay paz; a no ser la del silencio de las sepulturas. Juan Manuel Santos en su desespero por ser reelegido, se apoya en el argumento de la paz, y descalifica a quienes se oponen no a la paz, sino a la manera como pretende instaurarla: por decreto.

La paz no es tan solo la firma de un tratado avalado de forma fraudulenta por una ciudadanía engañada y sedienta de tolerancia. Si Colombia permite que el gobierno siga en su posición ambigua y  pusilánime, mediante la cual discrimina a las víctimas, las clasifica, y habla de personas muy  importantes, y de ciudadanos de segunda, ¿qué nos espera? Transcribo la frase que nuestro tartajo mental pronunció hace poco: “¿Qué me preocupa de las Farc frente al proceso de paz?

Que cometan algún acto de irracionalidad  que vuelva imposible continuar, algún atentado a una figura muy importante. Algo que realmente haga explotar en mil pedazos el proceso”. No demoran en decir sus defensores de oficio que lo estamos sacando de contexto; y los medios comprados por el sistema, le harán eco. Preguntémosle al fiscal que opina de esto. Aún mas, miremos qué hace Montelaegre, cómo actúa, pues si nos atenemos a su discurso, terminamos tan engañados como un niño ante la presencia de un juguete moderno.

Es evidente que su dialéctica lo descubre. Para el fiscal, los derechos de lesa humanidad,  los crímenes de las Farc, y su accionar permanente, se pueden ignorar; o podemos darles como castigo una pena nominal, con la consecuente amnistía o indulto. Nada de observar las leyes retrogradas y  arcaicas al estilo del procurador Ordoñez… dice nuestro modernista fiscal. Pero su modernismo consiste en retroceder miles de años, para desconocer la soberanía de los pueblos. Y habla, qué descaro, de la soberanía limitada, de los tratados, del internacionalismo y autoridad de las cortes extranjeras… que favorezcan, pregunto yo  ¿a Nicaragua, y a Petro?  Santos le dijo a los de la comisión aquella, palabras más, palabras menos:

“Yo no opino…yo hago lo que digan ustedes ” Ahí le tomaron el pulso al pusilánime; de paso nos midieron el aceite. Ya saben esos izquerdositos, que Santos se acogerá a su esperpento de sentencia. Ni tan siquiera va a exigir que sea la Corte en pleno quien se pronuncie; ya le dio miedo de una simple comisión, cuya opinión no tiene por qué ser vinculante. Lo importante, a su juicio, es quedar bien con la moda: la retrograda y  desordenada ideología de las izquierdas.

¿Recuerdan que hace ya más de un año, la canciller Holguín se dejó tomar el pulso de los viejitos de la Corte de la Haya? Dijo que debíamos estar listos para dejarnos aplicar la solución salomónica. Los vejetes le cogieron la caña. La Holguín cree que Salomón partió el niño en dos, y  que eso es ser muy sabio. Epilogo: La canciller les dijo a los no tan sabios de la Haya: nosotros hacemos lo que ustedes digan; Santos está diciendo hoy lo mismo, no solo sobre el caso Petro a los de la comisión de derechos humanos, sino también sobre la suerte del país, a los comunistas del Foro de Sao-Paulo.

oscaralbertodiazgarcia@hotmail.com

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