DOS MESES: HECHOS CUMPLIDOS

Seré un orador tan bueno como Néstor,

Engañaré con más astucia que Ulises,

Y, cual un Sinón, conquistaré otra Troya.

Puedo añadir colores al camaleón,

Cambiar mi forma como Proteo para lograr ventajas,

Y enviar al asesino Maquiavelo a la escuela.

¿Puedo hacer todo ello, y no obtener una corona?

Gloucester

William Shakespeare, “Enrique VI”, parte 3, acto 3.

Nos recuerda John Whitney (“The Art of Political Warfare”) que, para Clausewitz, derrotar al enemigo no depende sólo de la fuerza material, porque “uno debe también sopesar la pérdida de orden, coraje, confianza, cohesión y plan”. En todo conflicto, cada lado trata de infligir tales pérdidas al contrario. El discurso opositor, desde que Maduro fuera anunciado como sucesor por un Chávez en sus últimas, se ha basado en una desdeñosa subestimación del ilegítimo, y de anunciar la muy próxima destrucción de la unidad de los delfines del barinés. Mientras, Maduro (quien seguramente se considera un muy aventajado discípulo de su fallecido jefe, a la manera shakesperiana que indicamos al comienzo), se mantiene literalmente a sangre y fuego en el poder, y el lado democrático pareciera estar experimentando algunos quebrantos en su unidad. Hasta hoy al menos, sean las ambiciones, sean los miedos, o ambos, el caso es que los sectores totalitarios siguen unidos, con los grupos militares y paramilitares como fuerzas de choque que han resguardado la vacilante estabilidad de un régimen donde los odios y envidias están presentes tanto hacia adentro como hacia afuera.

¿Cuál es la situación de Venezuela hoy? Un país con una creciente sombra totalitaria que quiere cubrir todo espacio, público o privado. Hannah Arendt nos recuerda que la suprema negación del totalitarismo es la libertad. Para ella, “la razón de ser de la política es la libertad.” Por libertad, según Arendt –nos recuerdan Carlos Kohn y Rodolfo Rico (“El totalitarismo del siglo XXI, una aproximación desde Hannah Arendt”)- debemos entender “el ejercicio de la capacidad para trascender lo que es dado y para crear algo nuevo.” Además, “el ser humano está dotado de libre albedrío, porque posee la capacidad de negar una realidad que le ha sido impuesta, de rebelarse frente a ella. Esta condición es precisamente la que se anula en una sociedad totalitaria.”

¿Qué es el totalitarismo? “El movimiento que impide que los hombres utilicen su capacidad de pensar y de actuar; elimina el poder de la palabra y les confisca el espacio necesario para vivir una vida plenamente humana.” Y ese es el dato fundamental para analizar la realidad venezolana en la actualidad. Maduro, o Cabello, no han negado su proyecto, al contrario. Desde las elecciones de abril de 2013, el camino está claramente definido: no es una simple dictadura, o un autoritarismo con toques originales; es el camino de destrucción de toda diversidad económica, informativa, social, educativa, política. Es crear una sociedad de la resignación y del silencio. Para ellos, es un hecho cumplido, sólo un asunto de un uso táctico del tiempo, para que la comunidad internacional y la sociedad venezolana se vayan acostumbrando, poco a poco.

Frente a ello, la oposición partidista debe recordar un hecho crucial: el objetivo siempre, desde que Hugo Chávez llegara al poder y anunciara la destrucción del tejido democrático criollo (y cuyo primer acto, anunciado el mismo día que llegara a la presidencia, fue eliminar la constitución más duradera y democrática de nuestra historia) ha sido sacar del poder al régimen castrista-chavista. Ganar elecciones es el medio escogido, porque sin duda alguna, es el más democrático y humano que los hombres han podido diseñar. Pero nunca, nunca, en la lucha contra un régimen con vocación crecientemente totalitaria, se pueden confundir medios con fines.

Por las razones que sean, la oposición partidista en ocasiones se negó en el pasado a atacar al régimen mediante la denuncia de esa vocación totalitaria. Recuérdese que, a pesar del llamado de prestigiosos agentes sociales, a favor de que la campaña de 2012 (la última de Chávez) incluyera en los temas el peligro de la presencia castrista en nuestro país, y las consecuencias que podían preverse de ello, la campaña se centró en una oferta material superior. La democracia sería menos corrupta, haría más y mejores casas, reduciría la delincuencia, etc. Pero el tema central, el núcleo de la acción del régimen, no se discutió ni se confrontó.

Luego de la elección del pasado diciembre, en la cual la tesis de la guerra económica se impuso en una parte del electorado que resultó decisiva, un silencio crecientemente preocupante se adueñó de los liderazgos partidistas; la situación del país empeoraba, y quienes han tenido que ejercer acciones que corresponden en primer lugar al liderazgo político, como es tratar de explicar las razones para oponerse al estado de cosas, han sido los propios ciudadanos –en las colas de los supermercados, en las plazas, en las reuniones familiares, con los vecinos, en la oficina, etc. La pedagogía no es una palabra muy usada en algunos núcleos partidistas.

Para colmo, hace ya dos meses que la oposición, sin poner las necesarias y mínimas condiciones que se deben proponer en todo diálogo político, sobre todo cuando se conoce la naturaleza de la barbarie que nos gobierna, aceptó ingenuamente ir a Miraflores, y todo aquello concluyó únicamente en la legitimación ante el mundo del ilegítimo ganador de abril.

Hoy se habla de dos opciones o propuestas: la de la calle –sin definir exhaustivamente qué quiere decir ello, y la de quedarse en los espacios muy limitados de la acción electoral. Ambos sectores proponentes están “anclados” en sus posturas, y no se dan cuenta que en toda acción política democrática ambas opciones no son sólo válidas y legítimas, sino que incluso son complementarias y obligatorias.

Unas preguntas perfectamente válidas para toda la oposición partidista: ¿Cómo se enfrenta el proyecto totalitario en un escenario no electoral? ¿La opción de calle fue debatida en la MUD? ¿Con cuáles modalidades? ¿Se decidió al respecto? Otra pregunta perfectamente válida es: ¿qué es eso de decir que la única opción democrática es la electoral? ¿No y que un objetivo central democrático es la defensa de la constitución? Ha sido ya dicho y es bueno reafirmarlo: el pueblo venezolano, ante el actual estado de cosas, no sólo tiene el derecho, sino incluso el deber de protestar; las injusticias y barbaridades son demasiado grandes. Ello no debería discutirse. Otra cosa es cómo se realiza la protesta y, muy importante, la elaboración estratégica de la acción: así como no se puede ir por la vida diciendo que, bueno, hay que salir a la calle y luego vemos, lo cual es por  lo menos insensato, tampoco es muy serio decir que vamos a seguir esperando a la próxima elección, bla, bla, bla. Ya Maduro le dio un golpe mortal a toda posibilidad seria de convocatoria de un futuro referendo, sea constituyente, revocatorio, etc. Los proponentes deberán no sólo firmar, sino incluso poner su foto y su huella digital. La lista Tascón perfeccionada.

El muy mentado pero poco ejercitado engranaje de la oposición partidista y los factores opositores sociales, económicos, culturales, sindicales o estudiantiles, debe partir de que, de una buena vez, los partidos vean a las personas como ciudadanos, no como meros votantes. De allí es que pueden partir las necesarias solidaridades, acompañamientos y empatías que llenan tantos discursos pero que se expresan poco en los hechos.

Un último punto: por encima de todo proceso analítico, decisorio o coyuntural, la unidad es un valor fundamental a defender. Todo lo contrario es un salto al vacío, anarquía anti-política, ceguera alimentada simplemente por pasiones viscerales o ambiciones urgentes.

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