El Castro Chavismo tambalea

La crisis venezolana, como era de esperarse, tiende a agravarse. El dictador Maduro – quitándose la última capa de maquillaje democrático- llegó al extremo de prohibir cualquier movilización, apoyándose falsamente en la constitución. Enviar un batallón a la frontera con Colombia, usando el viejo truco de que desde nuestro país se fomentan los disturbios con paramilitares, es tratar de buscar la moneda donde sabe que no se encuentra; lo que esconde, en realidad, es la militarización de los Estados Táchira y Zulia, fuertes de la oposición política, con el fin de reprimirlos sin miramientos. La situación allí es tan grave, que un diputado pidió públicamente a los colombianos, especialmente a los del Norte de Santander, ayuda humanitaria para los venezolanos del estado fronterizo de El Táchira, ante el fuerte desabastecimiento que allí se presenta.

Utilizar a los realmente existentes paramilitares castrocahvistas del grupo  tupamaros, chavistas a ultranza y apoyados por el gobierno venezolano, para amedrentar y disparar contra los manifestantes y edificios en barrios cuyos habitantes son mayoritariamente de la oposición, es un acto demencial que muestra, en realidad, hasta qué punto el régimen  de Maduro está desplomándose.

Pero, encarcelar al dirigente de Voluntad Popular, Leopoldo López, es el mayor símbolo de debilidad. Acusado penalmente de todo lo que se le pudo ocurrir a Maduro y sus esbirros, que quieren responsabilizar a la oposición del desastre que el socialismo del siglo XXI ha causado en el hermano país, López puso en jaque y desnudó a la dictadura, entregándose voluntariamente a las autoridades venezolanas, que inmediatamente lo trasladaron a un fuerte militar fuera de Caracas, con la esperanza de que la distancia geográfica acabe con la distancia política de un pueblo que lucha por su libertad. Pero lo que han logrado es convertir a López en un héroe popular, símbolo de la resistencia pacífica que los venezolanos del común que luchan por el fin del modelo tiránico. Su encarcelamiento es abono para la protesta ciudadana que ve cómo uno de sus mejores dirigentes planta su cara en nombre de todos lo que no tienen rostro.

La dictadura va ahora por María Corina Machado y otros dirigentes del VP, para encarcelarlos, con lo que aumentará la lista de los héroes y el repudio de los venezolanos, quienes viendo la valentía de sus líderes no cejan en mantener la protesta pacífica en medio de los golpes, los gases, los disparos de quienes le hacen el trabajo sucio al régimen: los paramilitares tupamaros y la dirigencia de la guardia nacional y de las fuerzas armadas.

Llama la atención la actitud de Capriles, quien se desmarca de los dirigentes de la protesta porque piden la salida de Maduro, con el argumento que ésta llevará a un autogolpe que cambiará al presidente por Diosdado Cabello, como si fuese preferible el ignorante furibundo aupado por los Castro, que el conocido de autos en los estrados internacionales por narcotráfico. Maduro no es mejor que Cabello; ambos son el símbolo de la dictadura que ya reprime, encarcela y asesina, y cómplices del robo a Venezuela y de su entrega al gobierno comunista de Cuba. Si llega Cabello, la protesta no cesará porque la tiranía no finalizará. Y si arrecia la represión, lo único que conseguirá es que oleadas de venezolanos salgan a las calles pidiendo su salida. Porque esta no es la salida de un individuo, sino de un régimen.

El presidente Santos ha dicho un par de cosas que han merecido el insulto de Maduro, quien, de paso, le dice que seguirá apoyando los “diálogos” de La Habana. Como quien dice, Santos, cese sus pronunciamientos porque sin mi apoyo, mis camaradas delas Farc podrán romper las conversaciones.

Santos debe estar temblando de frustración. ¿Cómo se le ocurre a la oposición venezolana poner a su segundo mejor amigo  contra la pared, precisamente ahora que está en modo de reelección?

La preocupación lo debe embargar porque lo ha jugado todo, es decir, al país entero, a la carta de las Farc, que ni cortas ni perezosas, lo domestican, obligándole a cumplir cada uno de su mandatos, por ejemplo, el sueño de ese grupo de desmantelar nuestras fuerzas armadas, curiosamente sometidas ahora a la inquisición, con el fin de romperles la moral y justificar su transformación en ejércitos eunucos, que caigan fácilmente en manos de los enemigos del estado de derecho.

Santos no hará nada por el pueblo venezolano. Su corazón y su gobierno están con la dictadura. En realidad, hará lo imposible para sostenerla, porque si ese país derrota al castrochavismo, la entrega de Colombia a las Farc se frustraría.

Son las paradojas de la historia: el pueblo de la vecina república lucha por su libertad, por su dignidad y por su supervivencia, tratando de quitarse de encima un régimen catastrófico que aquí están empeñados, desde la casa de Nariño, desde Caracas y desde La Habana, en imponernos.

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