El Partido Conservador con candidata propia: El hecho y lo que sigue

La elección de Martha Lucía Ramírez pone de presente una “rebelión de las bases” dentro del Partido Conservador y refresca el escenario político. Pero el camino que sigue no será fácil.

Un hecho subestimado

El triunfo de Marta Lucía Ramírez en la convención conservadora es más importante de lo que la gente se imagina y de lo que los medios o los analistas han expresado, ya que unos y otros suelen mirar a la coyuntura más que al alcance histórico de los sucesos políticos.

Ese triunfo significó la derrota de los caciques que hasta ahora habían monopolizado el poder dentro del Partido Conservador. Cual “repúblicas bananeras”, los conservadores se habían ido fragmentando en castas dominadas por jefes absolutos: una oligarquía aferrada a su poder, logrado a base de votos amarrados, grupos de militantes a la expectativa de quién les prometía más favores, y una minoría de soñadores que luchaban por un partido con ideas y con reglas transparentes..

Y en el fondo de todo, una numerosa, pero hasta ahora silenciosa, mayoría resignada a aguantar los vaivenes de unos caciques que harían que sus fundadores, Mariano Ospina Rodríguez y José Eusebio Caro, se revuelquen en sus tumbas.

Con el triunfo de Ramírez, las bases conservadoras por fin manifestaron su inconformidad, que reventó al estilo de un alzamiento en la convención conservadora. Solo necesitaban que alguien con posibilidades de ganar los motivara para protestar y propiciar un cambio de rumbo.

Pero, más importante, esa protesta se dio legítima y pacíficamente, sin que nadie la forzara, y usando las reglas de juego establecidas por el partido. Y así el pasado 26 de enero las bases escogieron a una persona ajena a la oligarquía conservadora, que tiene una visión modernizante para un partido que vive en la caverna y que además – no menos importante- es mujer.

Los desafíos de la candidata

Pero Marta Lucía Ramírez no tiene, ni mucho menos, el camino despejado. El primer desafío será enfrentarse con los caciques que se sienten desautorizados y humillados tras su  derrota. Ya Roberto Gerlein la amenazó en su discurso ante la convención: “Están corriendo el serio riesgo de que los congresistas conservadores resolvamos, el día de mañana, no apoyarles el candidato”.

Olvida Gerlein que mientras se resuelve la impugnación por parte del Consejo Nacional Electoral (CNE), como congresista tiene la obligación ética de apoyar a un candidato que fue elegido a voto limpio y, en este caso, de manera abrumadora.

Hay pues dos escenarios que podría encontrar la candidata:

– El primero, que sus detractores  hagan todo lo posible para sabotear su candidatura, como empezaron a hacerlo al impugnar la convención por falta de garantías y violación de los derechos de los convencionistas que no pudieron intervenir.

-El segundo, que esos mismos caciques empiecen a ver cómo la candidata toma fuerza en las encuestas hasta quizás convertirse en opción para la segunda vuelta frente al presidente  Santos, y decidan por lo mismo, de manera oportunista, darle su apoyo hacia el final de la carrera.

Frente a quienes impugnan la convención conservadora, ya comenzó una contraofensiva jurídica de quienes apoyan a la candidata, mediante petición formal ante la Procuraduría  Delegada para Asuntos Electorales para que vigile a título preventivo el proceso que adelanta el CNE, entidad que despierta sospechas entre muchos por su falta de seriedad e independencia. No hay que olvidar que el CNE está integrado por nueve magistrados, todos ellos representantes de los partidos de la coalición gubernamental.

Este capítulo aún no está cerrado: aún si el CNE acepta la impugnación, habría que llamar a una nueva convención donde las bases podrían reafirmar su rebeldía, derrotar otra vez a los caciques y dar mayor visibilidad a la candidata, convirtiéndola en líder de una disidencia que se niega a representar a los viejos jefes electorales. En otras palabras: les puede salir el tiro por la culata.

Y en todo caso la candidata tendrá que consolidar su imagen de representante de las bases y portadora de un mensaje de cambio genuino dentro del partido. Tendrá que renovar una colectividad que en términos ideológicos se ha quedado estancada en el pasado y –lo que es peor- que ha perdido su dignidad al buscar el poder adhiriendo a cualquiera que les ofrezca una cuota burocrática o les dé un poco de la llamada mermelada.

Oportunidades de cara a las elecciones

Hay tres circunstancias que puede aprovechar la candidata conservadora.

-La primera sería mostrarse como una verdadera opción para llegar a la segunda vuelta y enfrentar a un presidente-candidato que no logra conectarse con el electorado luego de cuatro años de gobierno. Sus desafíos serán el de atraer al ciudadano inconforme que votaría en blanco y el de convencer al indeciso abstencionista.

tendrá que consolidar su imagen de representante de las bases y portadora de un mensaje de cambio genuino dentro del partido. Tendrá que renovar una colectividad que en términos ideológicos se ha quedado estancada en el pasado.

-La segunda es proyectarse con claridad ideológica. Según la última medición efectuada por el Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP), alrededor del 30 por ciento de los colombianos se consideran de derecha, mientras que un 20 por ciento se inclinan por una opción de izquierda. Esta es una buena noticia para la candidata del conservatismo, puesto que la agenda del Gobierno Santos es claramente liberal, más inclinada hacia una posición social-demócrata de izquierda.

Los partidos políticos en Colombia, como en muchos países, están gravemente debilitados, y una de las razones que explican esta crisis radica en que han dejado de canalizar los intereses de los ciudadanos para reducirse a simples maquinas electorales. Identificarse claramente como una opción de derecha moderna puede ser beneficioso tanto para la candidata como para la democracia colombiana.

-Y, en tercer lugar, Marta Lucía Ramírez podría aprovechar su condición de mujer, y navegar en un mundo donde hay mujeres que han demostrado sobrada capacidad para liderar sus países, como Bachelet en Chile o Merkel en Alemania.

Asimismo, puede construir un discurso que, sin caer en el feminismo, muestre que la sensibilidad femenina aporta una percepción diferente de las políticas públicas en un momento tan delicado como el que hemos de vivir en un periodo de postconflicto, donde la mujer entraría a jugar un papel esencial para reconstruir el país.

Puede aducir al hecho de que un tejido social tan rasgado por el conflicto solo puede recomponerse de la mano de miles de madres cabeza de familia, líderes locales sobrevivientes de los proceso de desplazamiento, violencia y abandono. Bien se ha dicho -y se ha podido comprobar- que educar a una mujer es educar a una familia y darle crédito a una mujer es sembrar para crear una microempresa sostenible.

Un panorama complejo

Los partidos políticos de Colombia están sin duda atravesando una crisis severa. Fenómenos como el del voto en blanco, que las encuestas muestran como mayoritario (alrededor del 30 por ciento) y que por tanto supera el caudal del propio candidato-presidente (23 por ciento), deben llamar la atención de actores y de observadores.

El comportamiento del Partido Conservador es un ejemplo de cómo un partido tradicional e histórico se ha vendido por años al mejor postor. Por eso mismo es refrescante la aparición de una disidencia inesperada e impulsada desde adentro por la bases inconformes con los dueños de los votos amarrados.

Esta “rebelión de las bases” es otra muestra del surgimiento de una clase media pensante y políticamente activa pero no de la manera tradicional. Marta Lucía Ramírez tiene la oportunidad de abanderar un movimiento de renovación de la política, además de convertirse en verdadero referente de centro derecha que añoran tantos colombianos.

Es más: el uribista Centro Democrático podría adherir a la candidatura del Partido Conservador –y no al contrario – porque su candidato Óscar Iván Zuluaga no ha logrado despegar y porque sus adeptos podrían votar por una opción ideológica de derecha que representa Marta Lucía Ramírez.

Politóloga de la Universidad de los Andes con maestría en Políticas Públicas de la Universidad de Oxford. Analista habitual de Portafolio. Desde 2006, directora ejecutiva del Instituto de Ciencia Política y directora de la revista Perspectiva.

@marcelaprietobo

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