Ilusionismo

A lo largo de estos inacabables cuatro años de gobierno los discursos presidenciales han debido y deben tamizarse para descubrir la maraña de expectativas que nos presenta como ejecuciones.

Con ellos, el escritor Soboczynski podía haber agregado un cuento más en su libro “El arte de no decir la verdad”. Podríamos adicionar que incursionó en el realismo mágico plasmándolo en su retórica a la nación con maestría.

¿Cómo se logra que lo ilusorio o fantástico se presente como verdadero? Utilizando la posibilidad que da el cerebro de crear una realidad virtual, tal como lo hace  un sistema computacional. Los prestidigitadores lo hacen con tal maravilla que el público que los escucha y ve, no duda. Sólo se preguntan cómo lo hace.

Algunos políticos conocen, por intuición o estudio, esa potencia del cerebro y entienden que la naturaleza humana está dispuesta a aceptar “verdades” mentirosas.

Entre las ciencias sociales, la economía y la política, por no ser ciencias exactas, son propensas a  la manipulación de sus resultados y lo que es mentira se presente como verdad, de la misma manera como se presenta un espectáculo de ilusionismo.

El presidente Santos es economista y es político, gustándole de contera el juego de póker, en el que se puede hacer creer al contendor que se tiene lo que no se tiene. Así un jugador puede subir la apuesta sin tener cartas que la respalden.

Llegó a la presidencia sin la aceptación del electorado. Se mostró como el más fiel y seguro defensor de la seguridad democrática. Así logró hacerse con la partida que se jugaba: la Presidencia, con los votos de Uribe.

Con las cifras económicas también hace alarde de su retórica ilusionista. Parte por ejemplo de la verdad de que el PIB ha crecido. Deduce entonces que la desigualdad en la distribución de la riqueza en Colombia disminuyó, lo que no es cierto.

No es necesario recurrir a las estadísticas de los organismos internacionales para comprobarlo. Basta notar las legiones de mendicantes apropiándose, después de una lucha violenta contra otros, de los espacios públicos. Allí están todas las actividades que el deseo de vivir lleva a proponer.

¿Y qué decir de la inseguridad con delincuentes que van desde principiantes a maestros del crimen?, sueltos de madrina en zonas rurales y urbanas. Como el Gobierno dice que hay seguridad ciudadana, liberarán a los presos o les darán la casa por cárcel, que es lo mismo. Pero la inseguridad aumentó tanto que las cárceles están sobrepobladas por no haber construido nuevas ante el incremento del delito y de los delincuentes.

Es un paraíso ilusorio. Como dice el mago: nada por aquí nada por allá, en educación, salud, justicia, paz. El cuatrienio perdido.

algaz@costa.net.co

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