La impunidad como política de Estado

A raíz de los hechos recientes en los que los jóvenes universitarios de algunos estados han salido a las calles a protestar por un país mejor, más seguro y decente, ha quedado plenamente demostrada (hay pruebas documentales grabadas de todo esto y se pueden acceder a ellas en YouTube o en las redes sociales) la impunidad con la que se mueven los grupos irregulares, haciendo lo que les viene en gana, destruyendo a mansalva los bienes privados, amedrentando a la ciudadanía a la vista gorda de las fuerzas de seguridad del Estado. Es más, en algunos casos, pareciera que con su ayuda. Hemos visto videos recientes en los que se pueden observar cómo los vándalos secuestran manifestantes frente a piquetes de uniformados, y estos no mueven ni un solo músculo para evitarlo.

Esta situación es inadmisible y condenable en un país en el que supuestamente hay un Estado al amparo de una Carta Magna, en el que los derechos humanos están respaldados por los poderes públicos, en el que existen leyes que sancionan a quienes vulneren y pisoteen los derechos de los otros, en el que los gobernantes deberían ser los garantes del orden público; en el que todos en teoría tenemos el mismo estatus ante las leyes. Pero ya vimos dolorosamente esta semana que no es así. Aquí a los únicos a los que les ha caído la ley encima con saña es a los estudiantes, mientras los otros, los delincuentes, siguen a sus anchas. Hemos sido testigos de los exabruptos cometidos por los grupos armados contra ciudadanos inermes, que salen a ejercer su derecho a la protesta, que muchas veces lo único que llevan en sus manos es una bandera o una cacerola para hacerse ver y sentir, y son víctimas fáciles de estos facinerosos que lo único que buscan es sembrar el miedo y que los ciudadanos se queden callados frente a una crisis que se hace insostenible y peligrosa para la salud de la República. ¿Qué han hecho las autoridades frente a estas evidencias que vulneran a todas luces nuestros derechos? Lamentablemente nada. Es más, se maneja la hipótesis de que algunos de estos "gobernantes" posiblemente azuzan estas acciones delictivas: las buscan, las aúpan y promueven como mecanismos de defensa de lo que ellos consideran un peligro en la prosecución de "su revolución" (esto debería investigarse), que hasta ahora no ha dado la más mínima demostración de lucidez frente al caos nacional, y contrariamente a lo esperado actúa como detonante y generadora del mismo. Esto necesariamente nos lleva a la trágica conclusión de que es posible que la impunidad en Venezuela se haya convertido de un tiempo a esta parte en política de Estado.

Ante esta cruel realidad los ciudadanos estamos en grave desventaja, en el medio, como si tuviésemos que pagar con dolor nuestra justa aspiración de vivir en un país distinto y mejor del que tenemos. Por otra parte, los miembros de la cúpula que detentan el poder (que prácticamente son los mismos desde hace tres lustros, aunque estratégicamente barajados en disímiles cargos) se encuentran ciegos frente a la realidad que ellos mismos han propulsado, por sus ansias desmesuradas y enfermizas de pretender controlarlo todo y, sobre todo, por su evidente incapacidad y cuadratura mental. Mientras tanto, la nación se desdibuja, se hace añicos, se diluye en medio de grandes estertores, y somos testigos horrorizados de su larga agonía. Pero es poco lo que podemos hacer los ciudadanos comunes como usted o como yo, porque el miedo que se siembra en los corazones, en las calles, y la impunidad del desvarío y las fuerzas de choque fascistas, buscan precisamente eso: inmovilizarnos, volvernos torpes, anularnos para que nuestro actuar caiga en el vacío y en la nada.

@GilOtaiza

rigilo99@hotmail.com

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