El próximo lunes se realizará la VII Cumbre de la Alianza para el Pacífico con la asistencia de los mandatarios de Perú, Chile, México y Colombia, luego de tres días de deliberaciones en los que se pulirá un documento tendiente a integrar económicamente a estos países que tienen costas sobre el mar Pacífico.

La reunión anterior se realizó en Cali, y quedó abierta la posibilidad de que el siguiente encuentro se realizara en Buenaventura, que no sólo es el puerto más importante de Colombia sino que es además nuestro principal puerto sobre el Pacífico.

Todos conocemos la problemática que rodea a esta ciudad que produce billonarios ingresos y a la que es poco lo que se le devuelve. Es la realidad. ¿A qué esconder lo que se vive y se padece allá? Pues eso es lo que ha hecho el Gobierno al decidir que la mencionada cumbre se realice en Cartagena, que nada tiene que ver con el Pacífico y menos con Buenaventura, salvo que la debe subsidiar.

Es como si se hiciera una cumbre del Atlántico en Buenaventura.

Este tipo de bofetadas son las que sacan de quicio a la despectivamente llamada provincia, porque no sólo se le desconocen sus derechos, sino también se aprovechan de ella.

Lejano Sirirí de desconocer lo que es el Corralito de Piedra y lo que representa histórica y turísticamente. Cartagena es lo de mostrar en este país. Empero, aquí no se trata de un acto a ver quién saca más pecho. Por el contrario, es un encuentro de verdades y no de maquillajes, y si nuestro puerto sobre el Pacífico es Buenaventura, con todos sus problemas y deficiencias, allí debió hacerse el tal encuentro.

Uno no entiende a un gobierno que dice una cosa y hace otra. Por un lado le endulza el oído a los bonaverenses y les dice —como en la canción— cositas de amor, y por el otro les clava semejante puñalada y se lleva a los mandatarios de los países del Pacífico a unos banquetes en un puerto sobre el Atlántico. ¿Habrase visto mayor contradicción?