¡Por qué callan!

Por qué calla el Presidente de Colombia sobre lo que está ocurriendo en Venezuela, ¿es acaso que Juan Manuel Santos no representa los principios de  una de las democracias más antiguas del continente? O quizá sea por qué no le da importancia a lo ocurrido en las recientes manifestaciones en contra del gobierno de Nicolás Maduro, convocadas por los estudiantes venezolanos bajo el nombre de “La Salida”, donde murieron tres personas, hubo 120 heridos y más de 100 manifestantes fueron arrestados. Claro, la excusa más lógica a su vergonzoso silencio es la misma de siempre: Santos está entregado a Maduro y a los hermanos Castro, para que éstos apoyen sus negociaciones de paz en La Habana.

Más difícil de explicar es el silencio de la OEA, organización creada precisamente para defender y fortalecer las democracias, para salvaguardar las libertades y los derechos humanos, entre ellos el derecho a disentir de los pueblos. Pero, últimamente la OEA se ha completamente desdibujado; sinceramente, pienso que cada vez se vuelve más un organismo sin objetivos claros, músculo, o credibilidad.

Naturalmente, de Unasur o la Celac organizaciones inspiradas por Chávez, nadie espera que hagan, o digan, nada en contra de los abusos del gobierno de Maduro y sus seguidores; finalmente, los unos y los otros son “paridos” por Chávez.

Algunas democracias latinoamericanas se han convertido en desvergonzadas y cobardes, incapaces de defender los principios por los cuales, en otras épocas, lucharon honrosas.

Hoy, estos jóvenes, que demandan el retorno a una verdadera democracia, al orden y las libertades, al buen gobierno y que  exigen del corrupto gobierno de Maduro una buena administración de las riquezas de su patria, no tiene quien los defienda.

Sin embargo, estoy segura, estos valerosos muchachos y muchachas no dejarán de desfilar por las calles con pancartas alusivas a la situación dramática de su país, donde claman “cuando la tiranía se hace ley, la rebelión es un derecho”, así les cueste la vida, porque ellos son conscientes del horrendo vórtice hacia donde se dirige Venezuela si ellos no enfrentan al gobierno chavista. No en vano otra de las pancartas proclama: “No le temo a la represión del Estado. Le temo al silencio de mi pueblo”.

Creo que todo demócrata debe temerle al silencio cómplice de la OEA, Unasur, la Celac y de algunos líderes regionales que pretenden de demócratas sin realmente serlo; debemos temer a la indiferencia y silencio de los pueblos vecinos de Venezuela, como Colombia. El país se hunde en el mal gobierno, en la escasez de productos básicos, en la inflación, en la violencia callejera. Cada día es más inminente que, de no detenerse la escalada de odio de clases, de mentiras del ejecutivo, de corrupción y engaño, en muy corto tiempo, los enfrentamientos callejeros entre enemigos y partidarios de Maduro habrán escalado a un derramamiento de sangre que nadie desea para Venezuela, sin embargo, pocos condenan.

Los creyentes en la democracia debemos unirnos a los estudiantes venezolanos y con ellos corear su eslogan más poderoso y diciente: “Y no nos da la gana una dictadura igualita a la cubana”.

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