PUNTO FINAL

EXPRESO, Lima

Escribo el viernes 21F. Los acontecimientos en Venezuela siguen en pleno desarrollo. Violencia física e institucional por parte del gobierno en contra, inicialmente de los estudiantes universitarios, ahora de todo el país democrático en la mayoría de las ciudades. La protesta se ha ido extendiendo. Suele pasar cuando el incendio pretende apagarse con gasolina. Decenas de muertos, centenares de heridos, agresiones al por mayor a viviendas y edificios públicos o privados donde sospechan pueden refugiarse alternativamente los manifestantes. Uso indiscriminado de las fuerzas militares, de las policiales que tienen bajo control y, lo que es gravísimo, de unos paramilitares mejor armados que la policía, civiles que integran una cosa que llaman “colectivos” normalmente motorizados y en ocasiones encapuchados. Asaltan, roban, disparan a discreción y gozan de total impunidad por parte del régimen. Por supuesto, las calles lucen vacías, barricadas defensivas en los barrios y urbanizaciones comercios cerrados, dando la impresión de indignación enlutada colectiva. Esto no puede durar mucho tiempo más.

En Venezuela hay muchas cosas por las cuales protestar. Ineficiencia y corrupción sin precedentes, la inflación más alta del continente, la escasez de artículos de primera necesidad, incluidas las medicinas, la inseguridad física y jurídica de las personas y de los bienes, el desastre hospitalario y educacional, son algunos de los males actuales. Están sobre diagnosticados. Son algunos de los condimentos de las protestas. Pero hay algo de mucho más fondo.

Cuanto sucede es consecuencia de la pretensión de imponer a sangre y fuego el esquema castro-comunista del llamado “Socialismo del Siglo XXI” que Hugo Chávez usó como coartada retórica para proyectarlo en toda el área con el soporte internacional del Foro de Sao Paulo y de los petrodólares que los precios del petróleo le permitieron manejar a su antojo, incluso violentado el propio ordenamiento jurídico interno. Para el día de hoy, con unas instituciones prostituidas, nuestro país está en manos de petrochulos, oportunistas y rentistas de distintas partes del mundo. Algunos con el ropaje de gobernantes “democráticos” y de “empresarios” del más variado pelaje.

Para evitar que el continente y el mundo sepan con precisión lo que sucede, la represión toca violentamente a los medios de comunicación independientes que van quedando y ahora, a los internacionales. Sacaron del aire al canal colombiano de amplia cobertura mundial NTN24 y el ilegítimo Presidente Maduro lanzó una grave amenaza contra CNN, cuando simultáneamente expulsaba del país a tres funcionarios diplomáticos estadounidenses acusándolos de conspiradores y financistas del golpe en marcha contra su gobierno. Aquí los golpistas y las armas están en el gobierno. No en las universidades.

oalvarezpaz@gmail.com

Viernes, 21 de febrero de 2014

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar