Sofocón

Los temores que invadían a buena parte de los costarricenses de que se instale en su país un gobierno al estilo de los de sus vecinos nicaragüenses, o como los de Morales o Maduro, por el momento se han desvanecido. Luis Guillermo Solís, del Partido Acción Ciudadana, un opositor moderado, se ha impuesto al candidato oficialista Johnny Araya y entre los dos se definirá, el 6 de abril, quién dirigirá el país. Ha sido desplazado de la lucha electoral el candidato de izquierda, José Villalta, quien aparecía como favorito en las encuestas, despertaba ciertas reservas por su discurso muy similar al de los gobernantes populistas que imponen un modelo que luce desgastado y, a juzgar por los resultados, ha llevado a sus países a una situación deplorable. Sin embargo, el caso costarricense tiene un elemento importante para analizar, la pobre gestión realizada por la Mandataria saliente.

No ha sido un gobierno de muchos resultados y la reacción de la población ha sido adversa al continuismo en el poder. Entre los sectores desencantados con el oficialismo se cuenta casi la mitad de los votantes, que se han pronunciado a favor de un candidato distinto al del partido gobernante. Sin duda, un hecho a tomar en cuenta. Son tiempos distintos y no basta con alcanzar el poder. Aquello solo es un paso. El punto fundamental está en dar soluciones a las necesidades de la gente, principalmente a los más necesitados, pero dentro de un ambiente de armonía y respeto a las instituciones democráticas.

En el caso costarricense, a diferencia de muchos otros países de la región, existe mayor convencimiento que el camino a seguir es el de acatar las normas. Pero si la gestión de los gobernantes es mediocre, se agitan los fantasmas populistas que pueden tirar al traste todo lo construido por décadas. No ha sido el caso, por el momento, del país centroamericano. La población ha valorado lo que tiene y, seguramente, apuesta por un cambio que no ponga en peligro su institucionalidad. El reto para cualquiera de los candidatos que resulte ganador en el mes de abril es conciliar con las aspiraciones de los ciudadanos y llevar a cabo un gobierno que, dentro de lo que ha sido la tradición de respeto de la nación tica, impulse acciones que levante su economía y brinde las oportunidades que ansiosamente aspiran los electores. De otra parte es interesante mirar cómo se configura el mapa político latinoamericano.

Si bien todos hacen guiños a la izquierda y acuden presurosos a la convocatoria de la más antigua dictadura existente por estos lares, salvo excepciones que ya no son las que marcan el pulso político de la región, los gobiernos los ejercen personas moderadas que reconocen que la descalificación y la anulación del oponente no son mecanismos propios de demócratas, que como estadistas han entendido que la fragmentación es el peor legado para sus pueblos. Con el declinar de esos regímenes hay la esperanza que nuevos días estén por venir en un continente que requiere progresar en paz y armonía.

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