Y la agenda del Fiscal

El Fiscal también ha exhibido públicamente un deplorable enfrentamiento institucional con la Contralora, con el Procurador y con el Ministro de Justicia.

Eduardo Montealegre es uno de los penalistas más connotados y preparados del país. Pero dos años después de su posesión, no se sabe muy bien dónde está parado como Fiscal. En materia de delincuencia de cuello blanco, no se le nota a la Fiscalía ninguna contundencia. Los mafiosos del cartel de la contratación, como los denomina Petro, andan por la calle con escoltas y carros blindados, pero, eso sí, acudiendo a fiestas y a restaurantes, y algo aún más insólito: mientras negocian su pena en la Fiscalía, hasta se ofrecen a ser testigos de la existencia de un complot en contra de Petro, a lo que la Fiscalía le ha hecho juego.

Pero el Fiscal también ha exhibido públicamente un deplorable enfrentamiento institucional con la Contralora, con el Procurador y con el Ministro de Justicia. Resulta muy extraño que la Corte Suprema acabe de desestimar que entre Sandra Morelli y Montealegre exista una enemistad pública tan profunda, que por lógica impediría que el segundo investigue a la primera con la independencia requerida. Esta semana, la Corte le dio a Montealegre el permiso de “liquidar” a la Contralora. Pero es muy curioso que ese pronunciamiento se haga pocos días después de que el Fiscal se hubiera llevado a la Sala Penal de la Corte a veranear a San Andrés, para sabotearle al ministro Alfonso Gómez Mendez, a quien Montealegre califica de “monárquico”, su propia reforma sobre la justicia, para la cual este último ya tiene nombrada una comisión de muy alto nivel.

En lo que respecta a la enemistad del Fiscal con el Procurador, no solo le organiza insólitos plantones al frente de su sede como si el Fiscal no fuera la cabeza de la política criminal del país, sino cabeza de lista al Senado en plena campaña política. También obligó al Procurador a entregarle el fallo aún no notificado sobre el caso Petro, so pena de acusarlo de obstrucción a la justicia. Es muy curioso que a los diez minutos, Petro ya estuviera en el balcón de la Alcaldía aplaudiendo dicha entrega, como si supiera de antemano.

Y aunque Montealegre ha calificado el poder disciplinario del Procurador como inquisitivo y medieval, es curioso cómo él mismo, como viceprocurador, participó en la redacción del Código Disciplinario, que luego como Magistrado de la Corte Constitucional… ¡declaró exequible!

Tampoco suena lógico que sea el Fiscal quien se la pase incitando a una intromisión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en nuestra institucionalidad judicial.

Pero lo más grave que ha sucedido últimamente es que no queda claro el papel de la Fiscalía en el allanamiento (¿y posterior filtración a los medios?) de un centro legal de inteligencia del Ejército, cuando era tan fácil haber tomado un teléfono para consultar el tema con el Ministro de Defensa.

Montealegre produce la desazón de que tiene agenda propia. Me entristece la posibilidad, por sus quilates intelectuales, de que se le haya subido a la cabeza el poder de manejar una nómina de 26.000 empleados, más otros tres mil que ahora podrá nombrar gracias a la reestructuración de la Fiscalía, de pronto irradiándolos por toda la Rama Judicial. Algunos hasta dicen que secretamente lo seducen las ilusiones presidenciales.

Lo cierto es que no sabe uno dónde está parado el Fiscal. A qué juega. Si aún actúa de la mano con sus colegas excompañeros de pupitre y de apartamento de estudiante.

No y no me resigno a que Eduardo Montealegre no sea el gran Fiscal que esperábamos.

Entre tanto… Reto al ‘Abogado’, Julio César Ortiz, a que como presidente del Club El Nogal me niegue que le ha otorgado una sola tarjeta de cortesía a algún magistrado de las cortes que tendrán que intervenir en su aspiración de incluirlo en la terna de la Corte Constitucional.

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