El marasmo de La Habana

Hemos tenido especial tacto para interpretar el desarrollo del proceso de paz entre el Gobierno y las Farc, en La Habana, pero es necesario advertir el marasmo que en la actualidad ronda la mesa de diálogo, además de declaraciones y hechos que resultan contradictorios e incluso inquietantes, por lo menos en su apariencia inmediata.

Hay que decir, de entrada, que el Ciclo #21 se cerró la semana pasada sin ningún avance en el punto que las partes están tratando (Solución al Problema de las Drogas Ilícitas), desde que dieron por terminado el referido a la Participación Política, el 6 de noviembre pasado. Ya, entonces, van cuatro meses de discusiones sobre los cultivos ilícitos y el narcotráfico.

Algunos analistas sostienen que las partes "guardaron" sus anuncios con el ánimo de no impactar la opinión pública en el cierre de las elecciones al Congreso. ¿Cuál de las partes, o las dos, no estaría interesada en mostrar logros concretos que les generen réditos políticos? Sobre todo cuando la última encuesta Gallup-Poll pasó una factura de cobro tan alta al presidente Juan Manuel Santos en materia de seguridad y percepción de que las cosas van mal.

Es curioso: a la periodista María Clara Gracia, Santos le aseguró la semana pasada (sobre las negociaciones en La Habana) que "Va a haber una gran chiva en dos meses, se va a acordar de mí". Y agregó que la firma de la paz se dará en ocho o nueve meses, y que ese acontecimiento tan definitivo para el país no pasará de este año.

Pero, entre tanto, en una declaración de tono severo, su plenipotenciario Humberto De la Calle les exigió a las Farc "hacer menos declaraciones y más acuerdos". Al tiempo, De la Calle advirtió que los pronunciamientos de la guerrilla están alejando a las partes del propósito de paz y reconciliación que buscan. "Con su lenguaje desmedido, (las Farc) están minando la confianza y creando obstáculos".

Horas antes, el general Jorge Enrique Mora Rangel, representante de las Fuerzas Militares en la mesa de negociación, salió a desmentir versiones según las cuales era inminente su retiro del equipo negociador del Gobierno. "Eso -dijo- no tiene nada de certeza, no tiene ningún fundamento, aquí seguimos avanzando en medio de un proceso de estos con sus propias dificultades".

Es este ambiente carrasposo, es esta etapa sinuosa, sumada a la indefinición de nuevos acuerdos, lo que está inflando el sentimiento de escepticismo que se refleja en las encuestas y en las críticas enconadas de los sectores más verticales de la oposición política y ciudadana.

Le apostamos a la búsqueda de la terminación del conflicto armado con los grupos subversivos (en otros editoriales hemos sustentado ampliamente esta posición), pero acompañamos también el reclamo ciudadano frente a que el proceso no se extienda estéril y desgastante para la vida institucional y política y para la seguridad del país. Cuatro meses trabados en hablar de drogas ilícitas deben arrojar resultados prontos.

Ya el ajedrez del próximo Congreso se definió anteayer y se advierte, por su composición, que vendrán extensos e intensos debates sobre conflicto, negociación y una eventual etapa de posconflicto. Las Farc deben dar señales y, más que eso, pasos ciertos para ahorrarnos escepticismos radicales.

Por eso entendemos que gremios como los agricultores estén empezando a flaquear en el respaldo irrestricto que le dieron en un comienzo al proceso de paz. ¿Será que las Farc entienden el desprendimiento, la sensatez, con que deben actuar frente a una ciudadanía "hipersensible", dadas las repetidas frustraciones que dejaron diálogos anteriores?

Ojalá este marasmo preocupante tenga más de apariencia que de realidad. La mejor fórmula para disiparlo será que se produzcan avances.

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