El triunfo de Uribe

Cuando un amigo me preguntó, antes de elecciones, cuántos senadores serían elegidos por el Centro Democrático, dije “veinte” y creo que acerté. Son 19; el otro estará representado por el pueblo colombiano que no quiere ver a las Farc en el Congreso, ni contemplar a Colombia convertida en una nueva Venezuela.

El malestar hoy de los detractores de Álvaro Uribe es enorme. Habló el voto y a través de él se demostró que el Centro Democrático es hoy la principal fuerza política del país, por encima del partido liberal y de la U. Una campaña hecha en tiempo récord, convocó a millones de colombianos, sin mermeladas, sin caciques, sin votos comprados.

La reelección del presidente Santos se veía clara hasta el pasado sábado. Es claro que después del domingo, la preocupación es enorme. Para nadie es un secreto la simpatía que despierta Uribe entre los conservadores –aunque inició su carrera como liberal- y aunque Marta Lucía Ramírez acaba de decirnos en un almuerzo que es la candidata del partido conservador, sin componendas, porque quiere llegar a la presidencia en cabeza de este partido, las alianzas existen.

¿Se imaginan lo que será en las elecciones presidenciales, la unión del Centro Democrático con el partido conservador? Desde ahora, esta hipótesis se ve imparable. Marta Lucía Ramírez fue una ministra de muchos reconocimientos en la cartera de Defensa, durante el gobierno de Uribe, y un guiño en la segunda vuelta le permitirá, posiblemente, ser la primera mujer que ocupe el solio de Bolívar.

El llanto de los mamertos se escucha hoy por toda la república. “Uribe is back again”, como dirían en Inglaterra, y con este regreso, el debate en el Congreso estará para alquilar balcón. No será fácil ahora, venderles a los colombianos esta paz con impunidad, este perdón y olvido para una guerrilla que ha desangrado –y continúa desangrando- a Colombia, mientras bebe whisky y come langosta en La Habana.

Seguramente Santos pactará esta ‘paz express’ con ellos, pero la armonía y la concordia están lejos de florecer entre los colombianos. No vale amnistiar las fortunas billonarias de cuatro o cinco narcoguerrillos, mientras la soldadesca ignara de este tenebroso grupo se desbandará por ciudades y campos para continuar en su oficio: extorsión, secuestro, boleteo, asesinato. A ello, se suma el cáncer de sociedad colombiana, representado por las bandas criminales que en ciudades como Buenaventura, extorsionan hasta humildes vendedores callejeros.

Para terminar, reproduzco un mensaje de la señora Liliam Bueno Bonet, a propósito de mi columna ‘El coco electoral’:

“Leo su columna y lo admiro. Soy cubana-colombiana. Tengo 84 años y salí de Cuba en el 59, pero la sigo llevando en el corazón. ¡No quisiera morir sin verla libre! Viví la llegada de Fidel y su comitiva, las medallas, las palomas…. Fui testigo del “poco a poco” principio de la destrucción de esa bella isla ahora cautiva. Conviví en Miami con los llamados gusanos, la mafia cubana y vi cómo se infiltraba el Castrochavismo en Venezuela. Me preocupa, me duele lo que veo, que mi otra patria, Colombia, pueda experimentar lo mismo. Ojalá que su columna le quite la venda a los que creen que firmando acuerdos de paz con la Farc, tienen punto final a la guerra y no el comienzo de ir “poco a poco” perdiendo a Colombia. Ojalá me equivoque. Gracias por su columna; lo dice todo, nada le falta, nada le sobra”.

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