¿LA MISMA RECETA?

Pocas veces había despertado tanta expectativa y creado tanto encono una campaña al Congreso de la República como la que se va a definir este domingo en las urnas.

Varios factores han contribuido a exasperar el ánimo en este debate electoral: la polarización del país en torno a las negociaciones de paz en La Habana, la reelección presidencial y la presencia de un expresidente en las listas de candidatos al Senado.

Los espinosos temas que se vienen tratando en los diálogos cubanos, han encendido la polémica. Además de los personajes que a este proceso concurren, las peticiones desproporcionadas y los ofrecimientos de alto riesgo para la vigencia de la justicia y del Estado de Derecho, han contribuido a crear una incertidumbre y una división en la opinión pública.

La pugna por la reelección ha excitado los ánimos para despertar aguda controversia. Su encendida radicalización ha llevado a que se considere tumbarla para establecer, en contraste, un período presidencial de cinco o seis años. Santos al ver los efectos contraproducentes de la reelección, mató el tigre y se asustó con el cuero.

La presencia del expresidente Álvaro Uribe en las listas de Senado, si bien le imprimió una dinámica al debate, suscitó unas discrepancias apasionadas. Un hombre como Uribe, con recia personalidad, avasallador, líder, despierta grandes afectos y grandes animadversiones en la contienda política. A falta de una izquierda cohesionada, creíble y posicionada, le ha correspondido ser cabeza de la oposición –no como estrategia maquiavélica si no oportuna–, ejercicio esencial en todo régimen democrático. Contra él y su obra han puesto toda clase de espejos retrovisores, para alentar más el agravio que el debate intelectual. Las redes sociales han sido cajas de resonancia para las provocaciones y ridiculizaciones. Y de contera la confusión creada por la multiplicidad de encuestas ha sido evidente.

Definido entonces –en un ambiente enardecido– el escenario de las confrontaciones legislativas –con el condimento de las fórmulas presidenciales ya señaladas– se sabrá este domingo cómo quedarán, sobre todo, las dos grandes fuerzas políticas que se han disputado las primeras planas del debate. Las sumadas al binomio Santos–Vargas Lleras y las de Uribe Vélez.

Del resultado en las urnas –en donde el voto de opinión se medirá al voto amarrado del clientelismo– se podrá vaticinar si el proceso de paz sufrirá replanteamientos que lo hagan menos irritante para una opinión escéptica, o si conservará la dinámica del cúmulo de concesiones que conlleva.

También se sabrá si nace una oposición fuerte y numerosa en el Congreso que sea contrapeso de la llamada Unidad Nacional. O si la mermelada continuará llenando panzas para evitar la fiscalización política de los actos de gobierno. Y se aclarará si la reelección santista sufrirá algún traspié o, en contrario, no habrá contratiempo para consagrarla, y seguir buena parte del país condenado a otros cuatro años con la misma receta y apurando los mismos purgantes centralistas.

P.D: ¿Qué pensarán los generales decapitados por el contenido de las "chuzadas" telefónicas, de la conversación interceptada al presidente Santos, negociando obras de arte con Botero Zea, "reo de varios delitos" –según Daniel Samper Pizano– y uno de los protagonistas del proceso 8000?.

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