María Corina Machado

Usted nunca se perdonará ver a Venezuela como una nave hundida, su dolor no será algo que el tiempo disolverá o las aguas olvidadizas aplacarán.

En lo corrido de este año, dos veces me he retado escribiendo sobre una mujer. Ejercicio que me agobia profundamente porque –como ya lo he plasmado- es un "ser que me dibuja todas mis limitaciones y que siempre tiene más fuerza que yo…". María Corina Machado no es la excepción, ¡es una inherente heroína!

Uno de los ambientes generales del héroe, por naturaleza, es la guerra. En este escenario sus actuaciones encumbran el milagro de nacer que muchos olvidamos en los primeros años, y luego condenamos con la estoica osmosis de vegetar y engordar; pero usted, diputada María Corina Machado, por fortuna, no ha requerido de tan macabro escenario para ser una heroína, ya sin fronteras. Usted es una mujer capaz de avergonzar la testosterona gubernamental de nuestro continente; ha desmantelado sin titubeos, la fecundante flojera "socialista"; y –además- desenmascara los intereses, en las arengas de una clase política que pareciera toda graduada en la antigua Universidad de Cigüenza.

Sólo una heroína como usted puede albergar el rugido de dolor y silencio acumulado. Usted soportó físicamente tan repudiable paliza, y lo hizo con vigor; no obstante, el silencio que los cómplices del dictador -en la OEA- le quisieron imponer, fue el gran detonante, porque personas como usted no dudan en dar la vida por un país y soportan suplicios, torturas y persecuciones, sin anhelos de publicidad para venderse como la víctima inmolada. Sin embargo, el héroe, el patriota; usted, la heroína, actúan como fieras heridas cuando el opresor de turno los intenta silenciar. Menos mal aún existen gobiernos como el de Panamá, que sin ninguna duda tuvo el pundonor de acreditarla para que usted pudiera hablar desde su tribuna y demostrar a todo pulmón que –al igual que en Cuba- en Venezuela "madura" una sanguinaria y corrupta dictadura.

Usted nunca ha dudado en denunciar esa gran mentira "socialista" que han edificado a diestra y siniestra repartiendo hidrocarburo; además, sus palabras, gestos y actuaciones han socavado la paciencia del dictador. Usted es una mujer de valía, inventora de sí misma y –creo- sabe confrontar sus propias impotencias. He aprendido a conocerla en aquel mundo virtual que el tirano jamás podrá controlar, la he visto también con los ojos inundados y los labios contraídos exigiendo la libertad arrebatada, con excesiva valentía. Usted –junto a Leopoldo López- han contagiado de ese mismo valor a muchos venezolanos que en el resto del mundo escuchamos y apoyamos.

Usted nunca se perdonará ver a Venezuela como una nave hundida, su dolor no será algo que el tiempo disolverá o las aguas olvidadizas aplacarán. Usted ya sabe muy bien vivir sin dormir, porque para desvelar al tirano hay que hacer del reposo un recuerdo muy remoto, mientras que él tiene quien le vigile el sueño y la muerte siempre le proveerá un sustituto. Usted sabe de sobra que esta es la fórmula de las monarquías dominadoras; o sea, simplemente cambió de estatura, lleva bigote y un discurso más pueril; pero, ¡es el imperecedero opresor coronado con el mismo poder! (¿Coronado o robado? ¡Dígamelo usted, por favor!) Todo esto mientras el pueblo se resigna, sufre, se adapta o se silencia para invocar un milagro.

Y como usted no cree en el maná profetizado decidió gestar, con ademanes muy sutiles, tan anhelado "milagro" y por eso posó –en la OEA- con el trofeo más preciado de cualquier tirano: ¡la bandera! Su ciega egolatría le hace creer (a él) que es el único con derecho a tocar aquel símbolo de nación.

Usted -diputada María Corina Machado-, Leopoldo López y la gran mayoría del pueblo venezolano, llevan un mes sin tregua dictando cátedra de patriotismo y heroísmo nacional, para denunciar ante el mundo, la sórdida revolución de los limacos; ustedes han demostrado abusos en los abusos e infamias orquestadas por la dudosa legitimidad de los secuaces del tirano, fanáticos que disparan contra el pueblo bajo el lema de la más aberrante las ironías: "en nombre del proletariado y de la clase obrera". La misma clase obrera que ya no tiene que comer.

Usted, diputada María Corina Machado, no ostenta capucha con símbolos insensatos de un presente poder; usted diputada, narra y escribe su propia historia en senderos muy desconocidos, caminos que la historia –eso espero- le sepa brindar como aquella heroína valiente que jamás claudicó.

P.S.: Para el dictador, ¿cuál es el precio que se paga en la vida para que las palabras se cubran de verdad?

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