Mi voto, por el centro democrático

En un lapso bastante breve, el movimiento Centro Democrático, liderado por el Alvaro Uribe Vélez, se ha posicionado como una opción real de poder.

Doce años ha marcado en profundidad la política colombiana el expresidente, en el poder y por fuera de él. Inspiró la creación del partido de la U que se dejó atraer por los encantos de la mermelada traidora, y, ahora, con solo su prestigio y su aureola, demuestra que está más vivo y vigente que aquellos que lo quieren retirado.

Sus acérrimos críticos, opositores y enemigos, que los tiene entre liberales, godos, radicales, mamertos, neomarxistas, oligarcas de overol y de frac, izquierdistas del Chicó, algunos académicos de los Andes, la Javeriana y la Nacional, juntos al fin, intelectuales y columnistas versados y acomodados, los principales medios, uno que otro poeta y francotiradores por montones, están asustados ante el fuerte apoyo electoral que, según encuestas independientes, obtendrá en las urnas el próximo 9 de marzo.

Han dedicado sus neuronas, no a estudiar o a tratar de comprender el fenómeno político, sino a denigrar, ofender, acusarlo de la muerte de Abel, a mofarse, a ironizar, a revivir viejas y machacadas historias, a resucitar o inventar testigos. Intentaron sabotear sus actos proselitistas de plaza pública. El prisionero del odio y de la venganza publica un libro que es síntesis de doce años de inútiles denostaciones.

No hubo debate frente a sus propuestas, aunque a última hora, Serpa, el “rejuvenecedor y renovador” del liberalismo, lo retó, pero, despreciando de paso el uso de las redes en franca confesión de espíritu anticuado.

El Centro Democrático se ha conformado en torno de tesis programáticas y propuestas políticas que amplios núcleos de la población han adoptado como propias. En el tema esencial de la paz se diferencia de la propuestas santista al plantear, sin reatos, que no debe igualarse a las guerrillas con el Estado, que aquellas deben resarcir a sus víctimas, pedir perdón y pagar cárcel por delitos de lesa humanidad, y, entregar las armas. Estoy seguro que el Centro Democrático y sus líderes no se pararán de la mesa de conversaciones en La Habana, pondrán condiciones de lógica elemental: cese inmediato e incondicional de sus actividades violentas, devolución de los menores de edad al Bienestar Familiar, declaración, a la manera de ETA, sobre la inutilidad de la lucha armada, entre otras.

El Centro Democrático en documentos y discursos de sus candidatos se ha comprometido a impulsar reformas urgentes que el gobierno Santos fue incapaz de adelantar a pesar de contar con mayorías parlamentarias. En materias como la Justicia y la Salud el país no resiste más demoras. En cuanto a la primera, es necesaria una clara separación de competencias y funciones entre las altas cortes, cancelar la dependencia excesiva del nombramiento de los magistrados por parte de los congresistas. En cuanto a la salud, el espíritu que anima al Centro Democrático es el de garantizar orden, agilidad, calidad y cubrimiento en el servicio, en especial, el destinado a los sectores más empobrecidos de la sociedad.

El país está hastiado de la parsimonia en las obras de infraestructura. Si no se agiliza la puesta en marcha de los grandes proyectos viales y de puertos no seremos competitivos en un mundo de mercados abiertos.

En las relaciones internacionales se precisa tomar medidas correctivas en campos particulares pero muy sensibles. En primer lugar, el país debe asumir una posición de clara defensa de la democracia y de las libertades en el entorno regional sin temer a señalar los abusos que se vienen cometiendo por parte de los llamados países del Alba y del socialismo bolivariano. Entender que el modelo castro-chavista, con sus tangibles consecuencias negativas en Cuba y Venezuela, constituye un peligro. Propender por el fortalecimiento de la OEA y por la recuperación de su papel de organismo fundamental en la integración americana y defensor de la democracia en el continente.

El Centro Democrático defiende la integridad nacional ante el injusto fallo de la Corte de La Haya y las pretensiones nicaragüenses de apoderarse del archipiélago del departamento San Andrés y Providencia.

En educación, Oscar Iván Zuluaga ha estructurado una propuesta integral que abarca desde garantizar total cobertura y gratuidad hasta la secundaria, ampliación sustantiva de la educación superior y tecnológica con generosos planes de financiamiento, ampliación de la jornada escolar hasta el grado once con el fin de que los estudiantes permanezcan más tiempo en las aulas y puedan desarrollarse integralmente en actividades lúdicas, artísticas y deportivas de carácter extracurricular.

Para el agro también hay planteamientos igual que para la lucha contra la corrupción y para la recuperación de la dignidad de la política y del parlamento.

La propuesta del Centro Democrático es una propuesta de país, de nación y de sociedad. Quizás no agrade a ese 30 – 35% enfermizamente antiuribista. Sin embargo, cabe recordarle a la izquierda democrática los buenos tiempos de seguridad y los históricos resultados electorales que obtuvieron durante los ocho años de gobierno de Uribe. Ahora, el uribismo asume banderas sumamente importantes para el hoy y el mañana de Colombia: Paz, Educación, Salud, Justicia y Bienestar colectivo. No es razonable el miedo al surgimiento de esta nueva fuerza política, ni por parte de la izquierda ni mucho menos de la oligarquía revolucionaria.

Votaré con convicción por la lista al Senado que encabeza Alvaro Uribe, y, para la Cámara en Antioquia por la lista que lidera el veterano político Óscar Darío Pérez, del Centro Democrático.

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