Santander y Santos

El problema del centralismo estriba en que las regiones de este país siguen a un ritmo diferente al de su capital, Bogotá, y cuando digo ritmo diferente quiero decir: las acosan el abandono, el atraso, la desidia, la corrupción, el analfabetismo, la pobreza y una pésima salud.

Buenaventura, para poner un ejemplo, está igual de abandonada que hace 30 años o, mejor, está peor. Más violencia la ronda, más miseria (todavía defecan en el agua y en la calle), sin agua, sin escuelas, sin hospitales, siendo el puerto más importante sobre el Pacífico que tenemos. Y si ese es el mejor puerto, cómo serán los otros. La tragedia del centralismo es esa, que no conocen el país sus gobernantes. Cómodamente sentados, gobiernan sobre los colombianos y desconocen su realidad.

Ahora, hablando de Santander, este gobierno centralista como todos los anteriores, no le ha dejado nada o le ha dejado muy poco. El discurso se repite: la carretera a Málaga sigue sin terminarse a pesar de las promesas; Ecopetrol se perdió para Santander, las carreteras nuestras siguen siendo malas. Nos aislamos teniendo hasta un puerto en el río Magdalena. La carretera por el alto del Escorial o en su defecto un Tren de Altura que nos una con Venezuela tampoco ha sido posible. La carretera a Cúcuta por Pamplona, lleva seis años y no ha avanzado. Ni la política logró un ministerio para Santander.

Se acabó el gobierno de Santos y no cumplió con Santander. Es importante que los políticos piensen en el federalismo como alternativa de desarrollo para las regiones, porque Colombia son regiones particulares desconectadas del centro al que no reconocen o, con el que no se identifican.

Santos, cuyo mérito es la búsqueda de la paz, sigue aislado en el Palacio de Nariño, mientras el país se deshace en corrupción por todos sus rincones, devorado por la desesperanza, la desconfianza y la falta de una ruta clara para entrar como una Nación respetable en el consenso mundial.

Sin verdaderas reformas estructurales en Educación, en Justicia que está carcomida de beneficios y de favores en las Altas Cortes donde se atrincheran sus magistrados. Y de la de la Salud, ni hablar, lo que está saliendo es una comedia. Santos, así haya llorado re-codando a Antonia Santos, su antepasada, no cumplió.

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