Un ego explosivo

Gustavo Petro, el destituido alcalde de Bogotá, es gobernado por su ego. Su ego es superior a sus fuerzas, a su intelecto, a su capacidad analítica. Es un ego explosivo que le ha hecho perder el norte de las cosas. Lástima, porque el hombre tiene madera, por lo menos para ser un buen orador, pero su ego se lleva lo mejor de su discurso y así lo vimos en sus repetitivas y agitantes apariciones en el balcón de la Alcaldía Mayor.

Desde los primeros discursos, aquellos del día cuando fue notificado de su destitución hace meses, hasta el 19 de marzo cuando el Presidente hizo efectiva esa destitución, el discurso de Petro ha ido aumentando en beligerancia, aduciendo ser la víctima inocente de una persecución política. ¡Cómo se atreven a destituirlo a él, el perfecto alcalde, el exguerrillero amnistiado, el exconstituyente, el ungido por las masas!

¿Acaso su ego no le permite entender el inmenso costo económico para la ciudad de sus equivocadas e ilegales decisiones sobre las basuras? Y qué de sus decisiones sobre la construcción, ¿acaso no vio cómo se paralizó la construcción de vivienda popular, tan indispensable para los bogotanos, y cuántos empleos se perdieron por ello?

Con seguridad su ego tampoco le permite ver la ciudad llena de huecos, o los trancones permanentes, el caos en el transporte popular, o las obras inconclusas que dejó su ineficiente administración. Claro, como siempre está rodeado de guardaespaldas, tampoco se enteró de la inseguridad vigente en una ciudad donde a uno lo matan por robarle un celular.

Pero ahí no paramos, el exalcalde  jamás se enteró del robo de gasolina efectuado con los camiones de basura, o de la costosísima maquina importada para tapar los huecos que jamás se usó, o lo peor de todo, que del presupuesto de esta ciudad, carente de todo y urgida de todo, no ejecutó sino una mínima parte, el resto quedo en sus arcas mohosiándose. Caramba, a Petro indudablemente lo cegó su ego.

¡Y ahora su ego ha sido sorprendido! En una muestra inesperada de carácter el presidente Santos, se amarró bien los pantalones, e hizo efectiva su destitución, una vez cumplidas todas las instancias legales de las que Petro y sus abogados pudieron echar mano. Petro jamás pensó que el Presidente se atreviera.

Hoy desproporcionado ego llama a la revolución ¡pacifica! al estilo Gandhi. ¡Hay que ver con quién se compara! Además va a hacerle el homenaje a los del “Sur” de irse a vivir con ellos y nos amenaza con ir Washington y Cuba a hablar mal de Colombia, (ojala se quedara en la isla). Remata asegurando que las negociaciones de paz no avanzarán sin su venia. ¡Ja!

Estoy lejos de pensar en Petro como el gran líder de la izquierda colombiana, al contrario, en este momento creo que es un lastre. La izquierda tiene gente valiosa, como Navarro Wolf, Clara López, Carlos Gaviria y Jorge Enrique Robledo. Ojalá se organicen y recuperen el prestigio dilapidado por Petro. Perderían mucho si se dejaran arrastrar por el discurso del ego explosivo de Petro.

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