De casualidades a maquinaciones

Hace un par de semanas nos preguntábamos a qué picardías acudiría la campaña de Santos para atajar el ascenso de Óscar Iván Zuluaga en las encuestas. El 27 de abril, en la popular red social Twitter, triné lo siguiente: “Las encuestas de hoy demuestran que Santos se está desmoronando, y para evitar el descalabro recurrirá a cualquier cosa, ojo”.

En efecto, no creemos que sea mera coincidencia que los escándalos que se le quieren armar a Zuluaga, surjan justo cuando ha despegado en las encuestas. Mucho menos cuando concurren otras ‘casualidades’ que afectan la campaña de Juan Manuel Santos, como el paro agrario promovido por sus amigos de las Farc, los señalamientos de la Procuraduría por la participación de varios gobernadores y alcaldes en su campaña reeleccionista y el escándalo de los 12 millones de dólares que dos de sus hombres, J. J. Rendón y Germán Chica, habrían recibido de narcotraficantes para gestionar su entrega a la justicia.

Pero la casualidad máxima e insólita es que al tiempo que se conocían los resultados de una encuesta telúrica que favorecía a Zuluaga, la Fiscalía allanaba las oficinas de un aparente centro de interceptación de comunicaciones cuyo propietario, el supuesto hacker Andrés Sepúlveda, trabajaba en la campaña de Óscar Iván. Es decir, mientras en la Casa de Nariño el presidente Santos se comía las uñas, en el norte de Bogotá su amigo, el fiscal Montealegre, le empezaba a echar paladas de tierra al candidato del Centro Democrático.

Y es que aunque ya se venía rumorando sobre el giro que estaban tomando las encuestas, pocos esperaban la bomba que soltó el noticiero progobiernista CM& en la noche del lunes 5 de mayo. Su tradicional encuesta del Centro Nacional de Consultoría, caracterizada por ser la más favorable a Santos de todas las que se hacen en el país, presentó al candidato opositor Óscar Iván Zuluaga empatando a Santos en primera vuelta (JMS 23% – OIZ 22%) y derrotándolo en la segunda (OIZ 39% – JMS 38%), con lo cual se corroboraba su ascenso progresivo y la caída inatajable del presidente-candidato. Todo un terremoto político.

Por eso, no sorprendió que el oficioso Fiscal General saliera en cuestión de horas a inflar unos hechos cuyos alcances no corresponden con el escándalo que se ha querido hacer mientras callaba sobre lo que el exministro Londoño Hoyos ha bautizado acertadamente como ‘el 8.000 de Santos’. Montealegre informó que se habían interceptado un correo institucional del Gobierno, una cuenta de correo del jefe de prensa de las Farc y las de dos periodistas cubanos que cubren el proceso (¿en Cuba hay periodistas?); algo tan intrascendente que no le quedó más que añadir dos hipótesis calenturientas y sin sustento: que también habría sido interceptado desde allí el correo del presidente Santos y que la finalidad era atentar contra el proceso de paz de La Habana.

El tema tiene mucha tela para cortar y una columna no alcanzaría para abarcarlo todo, pero hay asuntos que obligan a hilar bien delgadito. Por ejemplo, el señor Sepúlveda y su esposa, la actriz Lina Luna, trabajaron anteriormente para el Partido de la U y el gobierno de Santos. Ella, de manera concreta, fue asesora cercana de Germán Chica durante un año y trabajó dos años para J. J. Rendón, o sea para los mismos del nuevo 8.000. Además, ella provenía de la campaña presidencial de Rafael Pardo Rueda, candidato del Partido Liberal. ¿Acaso eran infiltrados del santismo en el Centro Democrático?

¿Por qué el periódico El Espectador y el periodista Daniel Coronell, tan cercanos a Santos, fueron los denunciantes de las tratativas de hombres del Presidente con narcotraficantes a cambio de una gruesa suma de dinero? Y ¿por qué, al mismo tiempo, la columnista María Isabel Rueda trataba de afectar la campaña de Zuluaga insinuando que este destituyó al Superintendente de Sociedades Augusto Acosta por presiones de Interbolsa al más alto nivel?

Semejantes casualidades no existen en la política: si Zuluaga estuviera marcando en las encuestas los mismos 12 o 15 puntos de hace un mes, no habría estallado escándalo alguno, y menos uno que genera tantas dudas. Pero, a todas estas, si lo de La Habana es tan positivo, ¿por qué sería tan terrible que se sepa? Para un candidato que rehúye a los debates, buenos son los escándalos para sacar a los rivales del camino.

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