La otra silla vacía

Incapaz de siquiera leer, aquella vez alias Tirofijo dejó la silla vacía en el Caguán. Bajo ese nombre aparece luego una publicación digital, creo que de propiedad de Juanita León, una periodista independiente de quien se dice no le duele una muela en asuntos financieros y, por tanto, ajena a los halagos del poder.

Años después estamos frente a la misma pantalla presenciando atónitos la otra silla vacía que deja el doctor Santos en los debates presidenciales. Eso sería excusable si llevara sobrada delantera en las encuestas, pero prendido de todos bejucos como está, eso no tiene presentación. “Hay un miedo que huye y otro que dispara”, dijo Alzate Avendaño.

El problema está en que el doctor Santos ya no tiene aliento para lanzar la última flecha. Privado del uso del telepromter, ese aparatejo invisible al auditorio que permite leer sin ser advertido de la mala memoria o la mucha ignorancia, le da terronera enfrentar a unos contenientes.

Tratando de aliviar la maltrecha posición electoral, el doctor Santos terminó por citar a las reservas del 8.000, el último en llegar “el eslabón pedido del 8.000”, logrando tan solo profundizar los efectos debilitantes de la hemorragia que lo tiene al borde de la anemia electoral. Pésima estrategia, mientras que Marta Lucía Ramírez y Oscar Iván Zuluaga suben como espuma en las encuestas, en todas sin excepción el doctor Santos sigue despeñadero abajo.

Muy penoso para un presidente en ejercicio no lograr la reelección y hasta de pronto no pasar a la segunda vuelta, la ruina total. También les pasó a Carter y a Buch padre. El electorado cobra por ventanilla, con intereses y gastos de cobranza. El 25 de mayo se verá con entera claridad.

Nunca se había visto que un presidente hubiera derrochado el erario, puesto al órgano de investigación judicial, enfilando a la mayoría de los periodistas, sacando momias políticas de los sarcófagos, cooptando parte de la mamertería al servicio de la ambición imperial, a despecho del repudio generalizado de la población que ve en él al jefe de la cuadrilla que asalta el presupuesto, la contratación y la nómina oficial.

Hasta el siete de agosto de 2010, quiérase o no, el presidente Uribe recompuso muchas cargas, haciéndose cargo de la regeneración en variados frentes. A partir de ahí advino la decadencia de las costumbres con más furor que en épocas demasiado aciagas: la seguridad entró en asuetos, la vida volvió a no valer nada, el empleo de calidad borrado del mapa, la informalidad laboral desbordada, un sistema educativo deplorable, el sistema de seguridad social colapsado.

Vivo en sobriedad, pero si les digo que decretaré una parranda de ocho días donde la segunda vuelta electoral sea entre Marta Lucía Ramírez y Óscar Iván Zuluaga. El doctor Santos no merece estar ahí.

Tiro al aire: el guaquero doctor Gaviria, llegó a la loca a la campaña reeleccionista a hacerse cargo del cadáver de don Felipe El Hermoso.

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