La victoria que ya fue

En las pasadas elecciones voté en blanco en la segunda vuelta. Lo hice a conciencia y por convicción y si mi tocara hacerlo en esta oportunidad, lo volvería a hacer. Santos nunca me llenó, no es el líder que yo busco y admiro, no cuenta con ninguna de las condiciones que yo demando de mis dirigentes y sus resultados delatan una mala gestión. Pero no es el diablo, sus intenciones son respetables y su equipo (excepción hecha de los samperistas) es notable.

Pero su triunfalismo cayó, se desmoronó tan rápido y tan fuerte como su seguridad de quedar Presidente en primera vuelta. Desestimó a la gente, que en este país es conservadora. Desestimó a sus contrincantes, especialmente al exministro Zuluaga a pesar de que él y sus amigos encarnan las más hondas y profundas ideas conservadoras. Y  no de cualquier manera, lo hace con estilo propio y moderno. Con una capacidad de comunicación asombrosa y un razonamiento explicativo únicamente alcanzable por quienes abrigan ese nivel de preparación intelectual y espiritual.

Si la inteligencia la encontró en los libros y en sus grandes ejecutorias, tanto en el sector público como en el privado, su fuerza la recibe de su maravillosa familia, al fin de cuentas, quienes han tenido la oportunidad de conocer a Martha Ligia Martínez, su esposa, no dudan en respaldar sus intenciones políticas pues ella es una dama de colosal tamaño.

Nació hace muy poco, si de cronologías presidenciales se trata, pero su mundo ha sido rico en experiencias y positivas transformaciones desde cuando era el mejor alcalde municipal del país hasta cuando quedó como mejor ministro de Hacienda. La gente le votó a Senado porque le cree y, según las encuestas, le votará masivamente a la Presidencia.

Hombre humilde de provincia, nació en Pensilvania (pequeño municipio de Caldas) y hoy pone en jaque al más poderoso régimen que se haya visto en la historia republicana. No proviene de familia de abolengos, mucho menos de plata y nunca convivió entre el poder salvo cuando él mismo lo forjaba en la arena democrática y ganaba con sus propios votos.

Ese hombre que responde al nombre de Óscar Iván, ya ganó. Porque no tenía nada que perder y lo puede ganar todo. Porque no nació siendo poderoso sino que llegó a ser alguien para la política colombiana, colocándose como uno de los 10 más influyente políticos de la Nación sin siquiera haber ocupado la Presidencia. Gústenos o no, Zuluaga es un referente obligado de la política pero lo es aún más de liderazgo, de mérito, de trabajo y esfuerzo y de superación moral e intelectual.

Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar