Los neonazis chibchombianos

Como el mal ejemplo cunde desde las más altas esferas estatales y de los medios de comunicación, ahora resulta ser que quienes hemos recibido el tal proceso de paz con beneficio de inventario, somos entre otros muchos calificativos despectivos, los nuevos representantes del nazismo, es decir del nacionalsocialismo, partido alemán, basado en postulados detestables como el racismo, el culto a un líder (Führer) y la aplicación de la ley del más fuerte, que luego desembocó en la teoría del “espacio vital”, que los llevó a invadir a Europa y el holocausto, mediante el cual todo aquel que no perteneciera a la raza aria, debía ser eliminado, sobre todo si era judío. Dudo yo que en Colombia exista algún representante de la raza aria, empezando por el suscrito cuyo apellido tiene claros orígenes sefarditas, de tal manera que en un estado nazi, sería uno de los primeros eliminados. Pero cuando se trata de descalificar al contradictor, todo parece ser válido, en aplicación de aquel principio esbozado por Michel Foucault En 1976, cuando propuso invertir la máxima de Clausewitz acerca de que “La guerra es la continuación de la política por otros medios”.

Vemos entonces al diablo haciendo hostias, al señor Petro exmiembro del M-19 que se tomó a sangre y fuego la Honorable Corte Suprema de Justicia acabando con lo más granado de la magistratura en un acto demencial, satanizando a quienes preguntamos con todo el derecho ¿Qué pasará con los miembros de las Farc, después del proceso de La Habana?, porque si se va a repetir la dosis del M-19, cuyos integrantes hoy disfrutan de las mieles del poder, mientras los miembros del Ejército, quienes recibían órdenes directas del Presidente Betancur, pagan cárcel aún sin ser condenados, como es el caso del señor Coronel Luis Alfonso Plazas Vega, entonces apagá y vámonos, porque las Farc han afirmado en todos los tonos, que no entregarán las armas, que no pagarán un solo día de cárcel y que aspiran a llegar al congreso sin el voto popular y desean con todos sus ímpetus, que las FF.AA. sean reducidas a su más mínima expresión.

Todo lo anterior me hace recordar del “Diálogo en el infierno de Maquiavelo y Montesquieu” de Maurice Joly, cuando en un aparte retrata lo que hoy vivimos: ¿Acaso no nos hallamos en un terreno conocido cuando leemos que el despotismo moderno se propone “no tanto violentar a los hombres como desarmarlos, no tanto combatir sus pasiones políticas como borrarlas, menos combatir sus instintos que burlarlos, no simplemente proscribir sus ideas sino trastocarlas, apropiándose de ellas?” no descalifico a quienes optan por el proceso de paz, pero exijo que a su vez se respete el pensamiento de quienes no estamos de acuerdo con él, porque como dice Edmund Burke: “el primer derecho del hombre en una sociedad civilizada es el de estar protegido contra las consecuencias de su propia necedad”, si es que avisar de un peligro es una necedad.

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