Los “uribi-vientes”

Antes de comenzar a escribir esta nota, me puse a repasar un par de conceptos: el estoicismo y el masoquismo. Pero no me resortaron del todo. Entonces opté por aferrarme a la cristiana resignación. Eso es precisamente lo que siento al leer – a sabiendas, con ganas latentes, con cierto “gustico”- a los articulistas de lo que anteriormente llamaban “la Gran Prensa Liberal”, pero que ahora se debe llamar “la Gran Prensa Antiuribista”: Maria Elvira, Maria Jimena, Samper, Bejarano, Molano, Caballero, Abad, Ospina, Coronel, Vladdo, etc. Pero también la gran prensa hablada y televisada: Julito, Arizmendi, Gómez, Vicky, Natalia de Springer, Yamid, etc., todos anti-furibistas, pero monotemáticos. Creo que Uribe es hoy por hoy el gran empleador de los periodistas colombianos, pues hasta yo – en aras del recóndito “gustico”- compro y leo su prensa para ver cómo despotrican del exmandatario. Son, por decir lo menos, laboralmente “uribi-vientes” y no sabemos hasta cuándo van a seguir vendiendo ideas o manteniendo la sintonía.

En Colombia jamás un gobierno había gozado de tan buena prensa, pero jamás había sido tan inútil esa buena prensa, porque ahora el llamado “cuarto poder” (que se está desplazado a las redes sociales y a las encuestas), sólo está sirviendo para determinar la agenda de los presidentes, de los ministros, de las altas cortes en materia de administración de justicia, de la Fiscalía, de los organismos de control… pero no está montando presidentes de la República. Si los estuviera montando, el presidente de hace tres cuatrienios no hubiera sido Uribe sino Serpa.

Es bien diciente que un solo hombre, Álvaro Uribe Vélez (de quien Santos, cuando era, por conveniencia electorera, su primer mejor amigo, dijera en una ocasión que era el “Segundo Libertador de Colombia”) sea el gran referente de la política colombiana. Sus grandes detractores de hoy (no lo bajan de monstruo) fueron los primeros beneficiarios de la Seguridad Democrática y del rescate del país de las garras de la subversión y de los grupos armados al margen de la ley.

Lo tildan de todo cuanto epíteto ponen a correr por los linotipos o por las ondas hertzianas dizque para espantar al electorado del lado de Uribe (o de su candidato Óscar Iván), sin que los grandes electores colombianos les copien; y lo que están logrando es el efecto contrario: la gente del común, esa que ya se expresa en las redes sociales o en las encuestas (el verdadero cuarto poder) no les creen y en cambio sí les creen a Uribe y a Zuluaga, por su postura racional y patriótica, porque el presente lo comprenden y al futuro le tienen ganas, al mejor talante Alvarista.

Pero la gran prensa antiuribista está enredada. El mismo caricaturista oficial del régimen, el cuyabro Vladdo, pinta al presidente Santos con una nariz cada vez más larga y a su santuario presidencial le incrusta cada Semana nuevas cosas raras; Daniel Samper opta por colgar la pluma en vísperas de las elecciones y Antonio Caballero públicamente se declara Clarista, como preclaro mamerto, aunque en el fondo sabemos quién es el Santos de su devoción.

Colombia, obviamente, está polarizada. El fenómeno de Óscar Iván es un hecho bien interesante en la historia reciente de Colombia. Un hombre elemental y bueno, provinciano, inteligente, con excelente criterio, que salió de la nada electoral, criado sin jalea real, sin mermelada, está ad portas de proclamarse nuevo Presidente de Colombia, y creo que es lo que más le conviene a esta sufrida Patria.

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