Se ha empeñado el candidato Santos en proclamar siempre y con más fuerza ahora que se le oscurece el horizonte, que Colombia tiene solo dos vertientes: O los que están con él, que son según sus intereses políticos quienes quieren la paz, y todos los demás en el bando opuesto, los que quieren la guerra.

Esta fue la doctrina de Manés, quien pretendió explicar la realidad reduciéndola estrictamente a dos principios opuestos. Diferente a los pocos subversivos que se lucran con la insurrección, los colombianos entienden que no existe ser alguno que no quiera la paz, pero una paz sin impunidad, con el castigo a los culpables de crímenes atroces y de lesa humanidad, con demostraciones fehacientes de que, quienes han subvertido el orden y han degollado la dignidad y la vida de los colombianos, paguen sus errores y no se les permita ahora, premiándoles por anticipado el gran favor de su sosiego, sentarlos en los cargos públicos y en las dignidades oficiales.

Quienes no quieren la paz son, o quienes dilatan los acuerdos porque el tiempo es su mejor aliado, o quienes la quieren de cualquier manera y a cualquier precio, prohijando el atropello para lograrla, así sea superflua, porque conviene a sus intereses políticos. Colombia padece la guerra de la subversión, pero paralelamente padece las peores guerras de inseguridad, de corrupción, de desprotección en salud, de pésima educación, cuyas paces prometió el candidato Santos, incumpliéndolas en 4 años y ahora, nuevamente, para no cumplirlas en otros tantos.

Marty Rubín nos previno: “Una rana nadando feliz en un recipiente con agua fresca puesta a fuego lento, siguió feliz acostumbrándose a nadar en agua para ella lentamente menos fría, más agradable. Y se amañó hasta que, ascendiendo la temperatura, se debilitó para reaccionar y murió cocinada. Si la hubiesen echado inicialmente al agua caliente, sus fuerzas le hubiesen permitido saltar para salvarse.” Llevamos cuatro años y al agua le atizaron el fuego….