NO HAY DISFRAZ QUE VALGA

"Señor alcalde Gustavo Petro, qué bueno tenerlo otra vez de alcalde (…) a propósito tenemos que recordar aquella frase famosa que dice: "las armas os darán la independencia pero las leyes os darán la libertad" (…) lo único que yo he hecho en estos últimos tiempos es cumplir fielmente con la ley".

Estas palabras, pronunciadas por el presidente Juan Manuel Santos en la apertura de la Feria Internacional del Libro en Bogotá, son una perfecta radiografía de la calidad de nuestro presidente y de la desesperada situación en la que se encuentra de cara a las elecciones del 25 de mayo.

Se necesita ser muy desvergonzado para dar esa afectiva y entusiasta bienvenida a alguien de quien, pocos días atrás, denigraba. Para hacerle creer al alcalde y a sus seguidores que realmente le es grato verlo nuevamente en su cargo, y que nada tuvo que ver con su destitución, puesto que se limitó, exclusivamente, a cumplir unas leyes.

Sí. Ser un caradura redomado para actuar de esa manera después de haber dicho que "habíamos ganado 32 tutelas pero hubo una en contra y estoy obligado a cumplirla". O, como afirmó en una cadena de radio, que Petro "… era un mal alcalde, sin duda alguna, eso no es una opinión mía sino una opinión generalizada, que lo convirtieron en mártir, sin duda alguna, pero, que se convierta en el gran líder de la izquierda, tengo mis reservas, pues, porque ha demostrado que no es una persona que sea capaz de conducir los destinos de una ciudad y menos de un país".

¡Vergonzoso… Pero, como ya conocemos a nuestro presidente, sabemos que cuando se trata de conseguir sus propósitos personales para él no hay obstáculos insalvables. Sabemos que él es capaz de hacer lo que sea, incluso, de venderle el alma al diablo de llegar a ser necesario.

Lo que está haciendo el presidente candidato hoy, que no solamente no consigue despegar en su campaña, sino que día tras día pierde bastiones electorales tan fuertes como Bogotá, es lo mismo que hizo hace cuatro años, con la única diferencia de que el disfraz de esta temporada no será el de uribista, será, al menos para los próximos días, el de petrista.

Sin embargo, esa estrategia no le va a funcionar esta vez porque, vístase del color que se vista, alíese con quien se alíe, el pueblo colombiano ya sabe de su capacidad de engaño. Además, porque ahora arrastra el pesado lastre de su mal gobierno, puesto que, no haber podido superar el treinta por ciento de la intención de voto, después de cuatro años en el poder, de repartir mermelada a diestra y siniestra, de tener los medios de comunicación doblegados a su favor, es, sin duda alguna, el peor indicativo de que su gobierno no tiene la aprobación del pueblo y de que no tendrá la opción de repetir.

Además, ya no nos trabaja de susto con el cuento chino de la paz. Por el contrario, no es sino ver las encuestas para darse cuenta cómo los escépticos y los pesimistas cada día crecen más. El pueblo colombiano está harto de la farsa de La Habana y de las nefastas consecuencias que le está trayendo al país. Está urgido de que llegue alguien serio, decente e idóneo como Óscar Iván Zuluaga al poder, para que, entre otros, le ponga coto a semejante despropósito. Hablar de paz sí, pero primero: "el cese de toda acción criminal contra los colombianos".

Al candidato presidente ya no le comemos cuento y ya no hay disfraz que valga.

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