Otra vez la revaluación

Después de que la tasa de cambio llegara a niveles de 2.050 en marzo, para contento de nuestros exportadores y productores de bienes transables (los que compiten con los importados), la revaluación levantó cabeza y el precio del dólar bajó a los 1.900. Los factores principales en esta variación fueron la decisión del Banco de la República de incrementar la tasa de interés interna, el anuncio del Sistema de Reserva Federal de que, debido al alto desempleo en los Estados Unidos, sus tasas de interés permanecerían bajas y la recomendación de J. P. Morgan a los inversionistas de aumentar sus tenencias de bonos de deuda soberana colombiana. Con las tasas de interés tan bajas en los países desarrollados, muchos inversionistas internacionales prefieren correr riesgos en economías con grado de inversión (como la nuestra) y obtener una mayor rentabilidad, inundándonos de divisas en el proceso.

Conociendo este razonamiento elemental, ¿por qué el Banco de la República incrementa las tasas de interés, para luego tener que salir a comprar divisas en el mercado? La decisión del Banrepública no fue compartida por todos sus directores, pero su mayoría está convencida de que su misión única es controlar la inflación. Olvidan que la Constitución, en su artículo 371, dispone que el Banco de la República debe desarrollar su actividad “en coordinación con la política económica general”. Para un país lo fundamental es que la gente tenga empleo para poder vivir, lo que para la banca central estadounidense es obvio y considera que su mandato incluye tanto la estabilidad de precios como buscar una tasa aceptable de empleo. La tendencia de algunos bancos centrales a actuar como ruedas sueltas, so pretexto de una pretendida autonomía, ha llevado a economistas, como el Premio Nobel Joseph Stiglitz, a opinar que “La noción de un banco central independiente, no se puede defender más. No es aceptable desde un punto de vista democrático.”

Una moneda revaluada conduce al encarecimiento de las exportaciones, perdiendo competitividad, como lo demuestran nuestras estadísticas del primer trimestre. Esto habría que compensarlo con una mayor productividad pero carecemos de una política estructurada al respecto. No hay una infraestructura adecuada de vías de comunicación (cuesta más llevar mercancías de Bogotá a Buenaventura que de este puerto a la China); nuestra mano de obra, abrumada de cargas parafiscales, es costosa comparada con la de otros países; nuestra energía es muy onerosa; la agricultura es altamente subsidiada y cada huelga aún más, sin que todavía así pueda competir internacionalmente; se entraba la explotación agrícola industrial, favoreciendo el minifundio, hoy abandonado hasta por los países comunistas; los desarrollos mineros están prácticamente paralizados; cada vez es mayor la inseguridad jurídica con fallos de tutela por doquiera y sin jurisprudencia estable; etc. ¿Cuándo entenderá el Banco de la República la gravedad del desempleo para un país?

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