¿Tan idiotas parecemos?

La semana pasada, las Farc alardearon de asesinar a 129 uniformados en los primeros meses del año.

Es cada día más insultante. Nos creen reidiotas, lo de idiotas se nos quedó chico. Un día presumen de cantidad de asesinatos; otro, mienten con una vileza hiriente sobre los niños que integran sus filas. Y siempre pontifican sobre lo divino y lo humano mientras la contraparte pone cara de no haberse enterado de sus flagrantes mentiras.

La semana pasada, las Farc alardearon de asesinar a 129 uniformados en los primeros tres meses del año. En lugar del reconocido “habrá que creerles” de Santos, el Gobierno replicó esta vez que fueron 77, cantidad que las Farc encontraron tan insignificante que la inflaron. Los militares lo consideraron un avance comparado con los 101 muertos del mismo periodo en el 2013.

Así pues, los amigos de la paz y del ron cubano comienzan cada año segando decenas de vidas por obra y gracia de sus minas quiebrapatas, sus tatucos y sus disparos, sin el mínimo atisbo de arrepentimiento.

Para sustentar sus datos, la guerrilla detalló algunos combates. “Vereda La Palma, de Toribio. 4 soldados muertos”. Fui esta semana hasta el caserío de unos trescientos habitantes, situado en lo alto de una loma desde la que se divisa Toribío, norte del Cauca, para preguntar a los lugareños, hastiados de la violencia. En el 2014 han soportado cinco enfrentamientos entre Ejército y Farc que no dejaron bajas de ningún lado.

¿Para qué mienten las Farc? ¿Cuántos asesinatos necesitan para creerse fuertes? No les basta que el proceso de paz haya equiparado la misión de las fuerzas del orden, que representan y defienden al Estado, con la actividad criminal de la banda. Quizá solo buscan comprobar hasta dónde tragamos.

También nos regalaron otra farsa memorable. Entregaron al CICR tres menores de edad que estaban en sus filas. El combo de los cínicos manifestó que fue la Policía Nacional la que les infiltró las chicas en una “clara violación” de las normas de alistamiento de la guerrilla. Que las reclutaron “junto a otros 7 menores (…) con el objeto de conseguir información para dar de baja o ayudar en la captura de mandos guerrilleros y realizar acciones de sabotaje”.

Para las Farc, agregaron, que la Policía enviara a las menores “como carne de cañón a cumplir tareas tan arriesgadas como son las actividades de espionaje” es una práctica “criminal, sistemática y perversa” del Estado.

Aunque era innecesario, porque hay constancias apabullantes de los miles de niños que llevan reclutados para ponerlos en primera línea de combate, también indagué sobre el tema en Tacueyó, corregimiento de Toribío, inmerso en una de sus regiones favoritas para pescar pelados. En Viernes Santo fueron dos guerrilleros menores de edad los que arrojaron las granadas en el parque de Toribío, abarrotado de fieles que asistían a un acto religioso. Una semana antes, las Farc se llevaron al monte una veintena de menores de toda la zona. Les enseñan a matar en sus centros de adiestramiento de las veredas Sesteadero y San Julián.

Creo que ‘Iván Márquez’ y sus secuaces no se dieron cuenta aún de que reclutar niños será su tumba en los tribunales internacionales. Y dentro del país, no solo deberán responder por los uniformados asesinados, también por las vidas perdidas de los guerrilleros rasos. Si los dan de baja es por la cobardía de una cúpula fariana apolillada, acomodada y prepotente, incapaz de admitir que fracasaron, que no tienen causa ni pueblo. Si quisieran, mañana mismo dejarían las armas.

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