EN SEGUNDO LUGAR

Después de las elecciones de Congreso, Santos, con ironía y mala leche, dijo que quería “felicitar al senador Uribe, a su grupo que obtuvo un decoroso segundo lugar”. ¿Qué calificativo merecerá entonces el resultado del Presidente en la primera vuelta?

Recordemos que en las elecciones parlamentarias el Consejo Nacional Electoral, conformado solo por representantes de los partidos de Santos, negó la inscripción de las listas del Centro Democrático (CD) en varios departamentos. Después impidió el uso de la imagen y el nombre del presidente Uribe para identificar al nuevo movimiento político, cuando antes a Petro, Mockus y Peñalosa sí se los había permitido. Al mismo tiempo, permitió la propaganda tramposa de la U y sus parlamentarios para que la gente creyera que ese partido era el del presidente Uribe y se equivocara al votar. En paralelo, el Gobierno abusó del presupuesto nacional para enmermelar a los parlamentarios y autoridades locales amigas de Santos. En esas condiciones, el recién fundado Centro Democrático obtuvo dos millones cincuenta mil votos y 20 senadores, apenas uno menos que el partido de la U.

Ahora Santos lo tenía todo a su favor: las maquinarias políticas de los partidos de la coalición de la Unidad Nacional, la nómina y la capacidad de contratación del Gobierno, el presupuesto nacional para enmermelar, la financiación de los grandes grupos económicos, la multimillonaria publicidad oficial, el apoyo abierto y descarado de los grandes medios de comunicación que, además, no tuvieron reparo en manipular la información y dejar de lado cualquier asomo de objetividad (¡cuántas reputaciones profesionales arruinadas dejará esta campaña!), la inusual intervención de la Fiscalía a su favor (que, de paso, sienta un funesto precedente institucional), el manoseo de “la paz” y el control de los tiempos del diálogo (recuérdese la firma del acuerdo sobre narcotráfico apenas unos días antes de las elecciones), el apoyo de las Farc (anunciaron cese unilateral de hostilidades), y cuatro años de gestión que, se suponía, debían darle reconocimiento y apoyo ciudadano. Con todo eso, Santos obtuvo solo 3.301.815 votos. Es decir, menos de la mitad de los que obtuvo en la primera vuelta del 2010 (6.802.043) y apenas el 36 % de los de la segunda (9.028.943). Desde otro ángulo, votó contra la reelección de Santos el 74.3 % de todos los votantes. Tres de cuatro colombianos. En comparación con los partidos de su coalición (U, Liberal y Cambio Radical), sacó 1.674.054 votos menos. Usted, por favor, póngale el adjetivo que quiera a tan brillante actuación.

Mientras tanto, merece quitarse el sombrero el resultado de Marta Lucía Ramírez. Son dos millones de votos obtenidos contra el Consejo Nacional Electoral, que dejó su candidatura en vilo hasta apenas unos días antes de las elecciones, y contra la doble militancia de los parlamentarios conservadores enmermelados. Queda en primera línea de los liderazgos nacionales. Y es muy bueno también el de Clara López, un millón y medio de votos más que su partido. Aun después del escándalo de corrupción y las pésimas administraciones del Polo en Bogotá, demuestra que un discurso moderado puede atraerle a la izquierda muchos votos. Lo de Peñalosa, en cambio, prueba lo dicho: es un gran administrador público y un muy mal político.

Mientras tanto, Zuluaga obtuvo 3.759.971 votos, casi el doble que la lista del CD en las parlamentarias (¿cuántos parlamentarios hubiera sacado el CD con un mes más de campaña?). Lo hizo sin parlamentarios ni maquinarias, a puro voto de opinión, haciendo frente a la campaña de silencio que hicieron los grandes medios en torno de su figura y sus propuestas, en medio del escándalo del hacker y con un 30 % de ciudadanos que no habían oído hablar de él. Ganó en todo el país, menos en las dos costas, en manos de enmermelados y corruptos, y, por poquísimos votos, en algunos territorios nacionales.

La segunda vuelta, sin embargo, será muy cerrada. El deber es trabajar, trabajar y trabajar, con brío y sin descanso. Quedan dos semanas.

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