‘La autocrítica de Galeano es signo de madurez’

El célebre cantante critica a la izquierda latinoamericana y defiende al uruguayo Eduardo Galeano.

Recientemente el escritor Uruguayo Eduardo Galeano afirmó que no podría leer nuevamente su libro Las venas abiertas de América Latina, por su retórica gastada y por la ausencia de un criterio económico mejor informado. No se mostró arrepentido de haberlo escrito, pero indicó que esa etapa ya estaba superada. Dichas opiniones han creado un torrente de reacciones, sobre todo en el ámbito de la izquierda latinoamericana.

Antes de que descienda sobre este asunto la pared del silencio, algo que usualmente ocurre en estas situaciones, me gustaría aplaudir la honestidad y madurez mostradas por Eduardo Galeano.

Cabe aclarar a los que se consideren ofendidos por su declaración que él no ha renunciado a su posición en la izquierda, ni ha ido en busca de un refugio a la derecha del argumento político. Se limitó a reconocer uno de los temas que un gran número de los que simpatizamos con el argumento humano de la izquierda hemos observado desde hace décadas, por lo general sin comentarlo públicamente, quizás para no dar una apariencia de apoyo a las posiciones del imperialismo y de la derecha, y así robustecerlos con nuestra autocrítica.

La izquierda doctrinaria latinoamericana no ha podido trascender los desacreditados discursos de barricada, los apoyos incondicionales, la repetición de pensamientos invalidados por el tiempo, la incapacidad de criticar objetivamente los errores y contradicciones de los líderes y de los postulados de las llamadas revoluciones populares.

El resultado de esta inercia ha producido la parálisis del justo argumento de la izquierda y nos ha llevado a la oficial aceptación de mentiras y de contradicciones, a la condonación de flagrantes violaciones del ideal de justicia social y a la resignación intelectual de que la ideología va por encima de todo y que justifica plenamente que se ignore la razón de cualquier argumento contrario al dogma, incluso si contribuye a la creación de una mejor respuesta social.

Las venas abiertas de América Latina continúa identificando correctamente la génesis de muchos de los problemas políticos y económicos que hoy experimentamos en América.

La admisión de Galeano no descalifica la mayoría de los comentarios correctos de su libro y su honradez tampoco crea validación general de los postulados de la derecha, ni produce la victoria, por forfeit, del argumento imperialista.

Aun así, no me sorprendería que los voceros de la izquierda dogmática –de quienes nunca he podido comprender cómo explican la dialéctica de Marx– armen la ya tradicional alharaca, en esta oportunidad en contra de Galeano.

Recordemos la terrible debacle política sufrida por el comunismo internacional, estrepitosa caída ante la cual la masa trabajadora, ni siquiera en el “paraíso de los trabajadores” de Rusia, hizo absolutamente nada para evitar o defender.

El hecho histórico de que el marxismo-leninismo no encontró el apoyo popular que evitara su desaparición resulta algo extraordinario y digno de discusión en los niveles más serios de la izquierda. El único escritor que recuerdo haberse referido al hecho fue el mexicano Jorge Castañeda, en su libro La utopía desarmada. Por favor, corrijan si me equivoco.

Muchos de los intelectuales de la izquierda tradicional criolla permanecen encerrados en un dogma indefensible, colgados todavía de rituales como el culto a Fidel y disertando aún dentro de los confines de la retórica pura del sesenta, como si no hubiese transcurrido el tiempo y como si hubiesen aprendido nada de lo que ha ocurrido desde entonces.

A pesar de las contradicciones entre su discurso y la realidad de los tiempos, siguen dedicados a culpar exclusivamente al imperialismo, al capitalismo y a la derecha por los males del mundo, sin aceptar la parte de responsabilidad que nos corresponde a todos los seres humanos, incluyendo a los que militamos desde la izquierda.

Galeano, al admitir públicamente sus dudas, expone en sus revelaciones la mentira en la que insiste vivir ese fragmento de la izquierda latinoamericana. Su autocrítica les produce estupefacción, confusión, rabia y hasta sospechas de traición.

Para ellos, lo aceptable es solo lo que se vislumbra dentro del espejismo dogmático-ideológico donde residen. Fuera del mismo, nada es real. Por eso pronunciamientos como el de Galeano, que no hacen otra cosa más que mostrar errores históricos, o los sumen en profundo mutismo o son resueltos ignorándolos.

Venezuela nutre a Estados Unidos con el petróleo que le permite continuar su ritmo de acción “imperialista”.

En Nicaragua, Ortega se alía con lo que una vez denunció como el corrupto poder político para alterar la Constitución y poder lograr la reelección.

En Cuba, a una población con uno de los mayores niveles de educación de América no se le permite el ejercicio de la libre expresión de su pensamiento crítico.

Nuestro mundo es mucho más complejo y diverso que el que justificó inicialmente la creación de los argumentos de Marx y Engels.

La izquierda debe reconocer la necesidad de evolucionar como opción, mejorada y consolidada, moderna e inclusiva, para enfrentar inteligentemente los cantos de sirena de la derecha y de sus manifestaciones más extremas e inhumanas, como los grupos xenófobos y/o neofascistas, que cada vez adquieren mayor protagonismo popular en el escenario político y social mundial, entre otras razones, por el debilitamiento del ideario socialista.

La autocrítica de Galeano no significa la aceptación de la derecha y sus argumentos antipopulares, antisolidarios y eminentemente materialistas.

Su autocrítica no equivale a un abrazo con el fascismo, como el que se dio Stalin con Hitler en el cuarenta, para quedarse con la mitad de Polonia, algo que por entonces tampoco fue criticado por la mayoría izquierdista.

Galeano no ha renunciado al contenido del argumento social justo, fundamento vital de la izquierda.

Su autocrítica es un signo de madurez.

Creo que la forma correcta de convencer a las mayorías del mundo de la bondad de un verdadero socialismo es basando su acción y pensamiento en el ser humano y en su posibilidad espiritual y física, y no envolviendo esta posibilidad con un dogma inmutable y omnímodo, abandonado por sus propios autores, que permite y justifica la esclavitud del alma y de la mente en función del triunfo de una abstracción, inalcanzable por lo inhumana.

El socialismo debe trascender a la tesis de la oferta política que permuta oportunidades materiales, a quienes no necesariamente se las han ganado, a cambio de la subordinación absoluta a una teoría que demanda la muerte del sentido común y la aceptación de la irrealidad.

De otra manera, la izquierda corre el riesgo de transformarse en algo políticamente irrelevante, como le ocurrió al marxismo-leninismo a consecuencia de heridas autoinfligidas.

Ojalá que los comentarios de Eduardo Galeano provoquen una discusión honesta que permita el examen crítico y objetivo del estado actual de la izquierda en Latinoamérica y de sus posibilidades futuras en el ámbito de la administración pública. Que la polémica se convierta en la puerta de ingreso libre a una discusión internacional abierta, que sostenga y ayude a mejorar, sin artimañas o mentiras, los fundamentos de nuestra genuina preocupación social. Que las emociones del pro y del contra por lo expresado por Galeano se transformen en la síntesis de una voluntad común, creadora de propuestas sostenibles por lo sensatas, que contribuyan al desarrollo exitoso de ideas capaces de producir una sociedad más justa y más satisfactoria.

Un mundo que no requiera de héroes, en donde cada individuo contribuya, en la medida de su posibilidad, a la defensa y expansión de un espíritu universal que nos represente a todos.

Me uno a las felicitaciones que recibe Eduardo Galeano por su honradez.

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