LA FERIA MEDIÁTICA DE LOS ABRAZOS

Una norma del protocolo periodístico para la relación con las fuentes informativas consiste en que sea respetuosa e impersonal, para evitar familiaridad y alejar hasta la más mínima sospecha de pérdida de independencia. Pero en medios muy reconocidos se vive en son de feria constante de abrazos: "Un abrazo, señor Ministro", "Un fuerte abrazo, Gobernador", "Con un abrazo, Presidente", y el funcionario entrevistado, así como el dirigente empresarial o el político interpelados corresponden de modo cordial a ese saludo y esa despedida, en un fastidioso espectáculo de complacencias recíprocas.

Sí que se ha propagado la abrazomanía mediática en los días y semanas recientes de campaña electoral, cuando algunos colegas, deslumbrados por el poder, no alcanzaron a medir las consecuencias devastadoras que les tocará afrontar en el futuro inmediato, cuando comprueben la inevitable disminución de credibilidad e influencia y la sanción social de unas audiencias hartas de parcialidad, engaños y alianzas penosas con los dueños del poder.

En la vida privada y en el campo de la amistad, la prodigalidad en los abrazos es un signo positivo de afabilidad, aunque muchas veces empalague y se convierta en lisonja y zalamería. No debería darse ni lanzarse al aire ni un solo abrazo a quien funge como fuente de información, o como personaje sobresaliente en el espectro de los hechos de actualidad e interés público. El trabajo periodístico es, ante todo, un pensar y un hacer de naturaleza intelectual en el que debe acreditarse claro e inequívoco testimonio de austeridad y distancia crítica ante el río de los acontecimientos y sus protagonistas.

¿Cuántos abrazos se intercambian con abundancia irritante en los noticieros de radio y televisión? ¿Y cuántos de esos saludos no corresponden a una expresión desprevenida de cortesía sino que portan la connotación de un tráfico de favores y atenciones y un juego subrepticio de intereses creados? El lenguaje refleja y crea realidades, o las maquilla mediante el recurso del eufemismo. Las palabras no son separables de los hechos que las anteceden y las suceden. Transmiten afectos o desafectos. Cuando un periodista abraza desde el micrófono al candidato, al mandatario, al jefe del debate, hace una cesión automática de su propia autonomía y queda, para el espectador, al servicio del interlocutor ocasional, que no vacila en aceptar ese sutil puente amistoso que le extienden desde la cabina de locución.

Pasadas las elecciones de ayer, siguen días de autocrítica para los medios periodísticos. Se han dirigido cuestionamientos incluso muy generalizadores, porque eso de "los medios" es una muletilla: Los medios no forman una institución monolítica sino una diversidad de opciones. Y cómo acabar con esa feria ridícula de los abrazos ha de ser uno de los puntos principales del examen que viene.

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