La guerra y la paz

El escritor ruso León Tolstoi escribió su obra cumbre de la literatura universal en la cual narra los estragos ocasionados por la guerra entre el ejércitos napoleónico, y el del Zar Alejandro-I de Rusia, con bajas notables para ambos lados, sumado, a las vicisitudes vividas por las intrigas palaciegas de la aristocracia rusa, no muy lejos de la alta burocracia de palacio. Inspirada en lo cruel de la guerra en Rusia, y la paz post-napoleónica. Mientras en los campos rusos se libraba la guerra, en Moscú la burocracia maquinaba sibilinamente distribuirse los cargos del Estado, con los cuales enriquecían, para garantizar la permanencia del Zar, y este a su vez, la de ellos en gratitud por la obediencia debida.

En Colombia, el remedo de “Zar” está en la casa de Nariño, anunciando con desespero la llegada de una “guerra”, salida de su imaginación febril, y para detenerla, suelta los perros de palacio a la manera de Fanny Kestman, como ejercito salvador, para frenar a Zuluaga invasor “guerrerista”, que alterará la siesta de sus burócratas, colocando en peligro su paz que equipara con la paz nacional. Es una “guerra” delirante sacada del cubilete prestidigitador de Santos. La guerra en Colombia la hacen las Farc, con dos frentes: el militar, responsable de carros bombas, asesinatos de soldados y policías, secuestros, extorsiones, y reclutamiento de niños. El otro, disfrutando de las playas de la Habana, con novias protegidos por el gobierno Santos, y pagado por los colombianos.

En el país no queremos “guerra”, y para lograrla hay que frenar a los responsables de ella, colocando límites y cronograma al diálogo, respeto a la población civil, suspender las extorsiones, los secuestros, el reclutamiento de niños, el asesinato de soldados y policías, la siembra de minas antipersonas, con auditoria internacional. Propuesta del candidato Zuluaga. Son dos visiones distintas de las negociaciones en la Habana. Los colombianos tenemos el derecho de conocer lo acordado en la Habana, para escoger en las urnas entre estas dos maneras de acabar el conflicto armado, que no es la paz, porque la paz es justicia social. Y no es apelando al miedo, como plantea Santos que de no respaldar su paz, seguirá la guerra indefinidamente. Seguirá seguramente porque las Farc, están en su campo de confort- la Habana, no tienen afán, porque nadie los combate. Engañan a Santos y al país.

Candidato Presidente: según Dostoievski. “No se mienta a usted mismo. El que se miente a si mismo y escucha sus propias mentiras, acaba no sabiendo distinguir ninguna verdad, ni en si mismo ni a su alrededor y entonces ya no siente ningún respeto, ni hacia si mismo ni hacia los demás. No respetando ya a nadie, deja sentir amor.” “La amenaza de la guerra no traerá la paz. Porque las raíces del mal están en el terrorismo, y en la injusticia social que carece de piedad y extiende la destrucción. Mata indiscriminadamente, sin distinción, sin piedad lógica”. El país se pronunció el 25 de mayo afirmativamente a despecho de la mermelada que inundó la Nación, con gobernadores y alcaldes a su servicio, para torcerle el pescuezo a la democracia. Para la segunda vuelta habrá alianzas políticas anacrónicas: (Petro, Cesar Gaviria, Iván Cepeda, Piedad Córdoba, Mockus, Lucho Garzón, conservadores mermelados, fiscal Montealegre, Ernesto Samper, y Regina II. Un caldo de grillos. Flaco servicio le harán a la reelección, porque son tramposos y desleales. Los colombianos están notificados de la non sancta alianza.

Es clara la estrategia electorera de la campaña reeleccionista. La primera vuelta, cargada de calumnias: chuzadas y hacker. Se hicieron el harakiri, se les devolvió como bumerang, con portazo en la cara. La segunda vuelta, con el dilema entre la paz y la guerra, producto del desespero del candidato presidente.

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