La tal reelección no existe

Lo que hasta hace algunos meses parecía imposible, hoy se convierte en una realidad: derrotar a Juan Manuel Santos en las urnas. ¿Y por qué parecía imposible? Porque el derroche de recursos económicos, burocráticos, mediáticos y electoreros lo posicionaban en una cima de inmenso privilegio e intransitable ascenso.

Pero todo lo que se consideraba su fortaleza se convirtió en su mayor debilidad. Millonarios recursos concedidos a su clientela política en forma descarada y abusiva pusieron en evidencia la ambición desmedida no solo del candidato, sino la de congresistas desprestigiados, felones e inescrupulosos que pretenden llegar a los electores nuevamente posando de salvadores, pero esta vez traicionando sus propias teorías y denigrando y denostando las tesis que otrora les sirvió para fundamentar sus campañas. ¡El pueblo no es tan estúpido!

Unos medios de comunicación antiéticamente sesgados, visiblemente penetrados por los dineros del Estado (¡nuestros dineros!), que utilizan espacios informativos para desinformar, espacios noticiosos para entregar verdades a medias, y miles de horas explotando escándalos direccionados a encubrir los pecados del Gobierno Nacional, saturan a oyentes, televidentes y lectores y los llevan a concluir que la mano del candidato presidente se encuentra detrás de todo este andamiaje, en un acto de máximo irrespeto por el elector y de bajeza infinita de los periodistas.

La manipulación de la burocracia también se hace presente: entidades del Estado que manejan cientos de miles de empleados obligan a sus nóminas a votar por el Jefe Máximo, so pena de quedar sin empleo al otro día de una derrota y si no demuestran su trabajo electorero. Esta bajeza y explotación ilícita de la necesidad de los trabajadores honestos, generan una sensación de indignidad en ellos, y ocasionan un efecto contrario, pues afortunadamente el voto sigue siendo secreto y en el momento de ejercerlo suele salir a flote un sentimiento de responsabilidad, conciencia y patriotismo que los lleva a rechazar esas prácticas corruptas y perversas.

Y para rematar, el despliegue desesperado de visitas ministeriales y promesas de última hora y la pública connivencia de los terroristas de las Farc y el Eln; la alianza con personajes nefastos como Petro, Cepeda y Clara López; el apoyo de dictadores comunistas de los países vecinos; y el inútil esfuerzo por convencer al país de que en ocho días podrá hacer lo que omitió en cuatro años de gobierno, llevan también al elector a convencerse de que votar por Santos es un error que el país no está en condiciones de volver a cometer.

Por eso estas elecciones del domingo serán históricas. Porque para derrotar a un candidato que dispone de billones de pesos del Estado para financiar su campaña; de millones de empleados que conforman la burocracia estatal, a su servicio politiquero; de cientos de congresistas que buscan aprovechar su último cuarto de hora para acabarse de enriquecer; y de una fiscalía y una justicia politizadas y descaradamente aliadas, se requiere de dos cosas que se conjuguen: un pésimo candidato presidente y un excelente candidato opositor. Y aquí tenemos las dos.

Y hay una tercera: la conciencia del elector de que está en sus manos el futuro del país. La conciencia de que solo votando masivamente podremos conservar la democracia, la institucionalidad, la constitucionalidad y el poder directo del pueblo. La conciencia de que en nuestras manos está el correr la suerte aciaga de Venezuela y Cuba y el estar muy pronto sometidos al castrochavismo que nos acecha con avidez, o recomponer el camino de esta Colombia por las vías de la legalidad y la justicia.

Hay que repetirlo con insistencia: el próximo domingo es tal vez la última oportunidad que tenemos los colombianos para devolver al país por la senda de una paz sin impunidad y del progreso y desarrollo generado por un hombre que merece nuestra entera confianza: Óscar Iván Zuluaga. Es la única oportunidad de decirle al candidato presidente, tal y como él se los decía a los campesinos de Colombia: ¡la tal reelección no existe!

* * *

Gracias a Dios, para Caldas y los caldenses ese excelente candidato opositor es de esta tierra. Porque llega cuando más lo necesitamos: cuando carecemos de un gobernante seccional capaz y cuando requerimos de un impulso económico y político desde las altas esferas para también recomponer el camino de nuestro departamento. Cuando más desolados estamos por la ineficiencia, inoperancia, ineptitud y desconocimiento del gobierno departamental y necesitamos entonces retomar el liderazgo, pero esta vez desde el Gobierno Nacional, pues en el larguísimo año y medio de desgobierno que nos falta corremos el riesgo de terminar perdiéndolo todo. Cuando los prohombres tradicionales caldenses más apoltronados están en el poder y más parálisis tenemos en esta tierra. ¡Justo ahora puede llegar Óscar Iván Zuluaga a la Presidencia de la República y ayudarnos a que no se nos sigan escapando de las manos nuestras oportunidades, producto de la indolencia y la complicidad de quienes nos gobiernan!

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