MI VOTO NO TIENE PRECIO

Votaré a conciencia por un país distinto en donde prime la justicia, se brinde seguridad, se promueva la inversión social, se trabaje en serio por la generación de empleo de calidad, se propugne por una educación integral y pertinente para garantizar a los egresados un trabajo digno y suficiente para lograr su manutención y la de su familia, en donde la salud sea un derecho real y no una oportunidad de negocio para los delfines y parientes de los altos dignatarios en el poder y en el cual la infraestructura necesaria y apremiante se construya y no se prometa.

Una vez aclarado esto, les diré que no venderé mi voto por miedo a ser secuestrado cuando disiento de los candidatos que me insulten y que representan la tendencia del castro-chavismo. Tampoco lo venderé a cambio de unos denarios que me suministren para comprar ron o un mercado y, mucho menos, a cambio de unas promesas de paz mentirosa e incompleta. Una paz incompleta o imperfecta es la perpetuación de la violencia total.

No cambiaré mis principios ni mi coherencia entre el decir y el hacer, en aras de unas prebendas o reconocimientos efímeros que me impedirán dormir todas las noches con la tranquilidad que trae el haber actuado de acuerdo con mis creencias y filosofía de vida, la cual me ha regido durante mi trasiego por la vida.

No me dejaré convencer para cambiar mi voto o mis principios por promesas de cambios realizadas por alguien que cambia de dirección como lo hacen los cucarrones o el viento. Aunque este último tiene eventos físicos que inciden en esos cambios y de los cucarrones no sabemos qué los lleva a modificar su rumbo.

De hecho, no daré lugar a que duden de mi integridad moral, cuando por conveniencias personales decido no solo dejar de atacar comportamientos ilegales, amorales y sin ética y me uno a los compinches o áulicos de ese personaje, que ha llevado a Colombia al borde del abismo institucional y lo tiene en riesgo de caer en manos de filosofías caducas y llamadas a desaparecer, debido a su inviabilidad real de organización social.

No podemos llegar al feudalismo de Estado en donde los campesinos o agricultores producirán lo que designe el señor Estado (príncipe) para así gozar de su protección. No podemos caer en manos de individuos, señores de la guerra que, con el terrorismo, han pretendido amedrentar al pueblo para que, aterrados de sus acciones, accedamos a perdonarles todo y permitir que lleguen a las altas dignidades del Estado.

Por eso mi voto no tiene precio, puesto que siempre me han guiado los principios y la coherencia y nunca los he maltratado para acomodarme a las circunstancias o para desdecirme de lo afirmado en aras de unos beneficios prometidos, con dudosa oportunidad de cumplimiento, motivada esa duda por quien promete desde siempre e incumple de por vida.

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