Santos ganó. Vendió su alma al diablo, y el país

"Seguiremos opinando desde las trincheras de la oposición."

No siempre ganar es tener la razón, sobre todo cuando para ganar se compra el voto, se amenaza por el voto, o se engaña por el voto.

Santos no tiene votos propios porque en 2010 salió con los de Uribe, y tampoco los consiguió durante su administración, pero contó con la plata y el poder del Estado para empeñar el país y hacer alianzas insólitas con la guerrilla y la izquierda, sus tradicionales enemigos, a quienes deberá pagar la letra que les giró en blanco.

La victoria fue sucia, porque consciente y temeroso de su desventaja, destinó sumas impensables del presupuesto nacional para compra de votos, y las camufló bajo pauta estatal, contratos de diversa índole y regalías.

Adquirió la conciencia y la imparcialidad de los grandes medios de comunicación, cuyos directores dilapidaron su credibilidad, promocionando a Santos y satanizando a Uribe, siempre tratando de convencer ingenuos.

Entregó a los congresistas que le acompañaron, escandalosos giros de mermelada, convirtiendo en personajes de chiste a Ñoño Elías y Musa Besaile, los senadores mayoritarios de La U, a quienes envió miles de millones de pesos, pero les prohibió subir con él a la tarima, por temor a contaminar su imagen.

Desbordó la propaganda oficial, anunciando que gracias a su gobierno, Colombia era algo parecido a un paraíso, y lo aseguró con estadísticas y gráficas ridículas, opuestas a la realidad que vive el pueblo.

Formalizó una alianza inédita entre la derecha y la izquierda, cuya principal premisa fue mantener a Petro al frente de la alcaldía de Bogotá, y le canjeó puesto por votos, haciendo un revoltijo de conveniencias, falsos pragmatismos y fallos judiciales.

Venalizó la justicia desde la Fiscalía General de la Nación, encarnada en su Fiscal antiuribista, que se ufana de saber torcer la norma al vaivén de intereses políticos, económicos o burocráticos. Por eso es necesario que el expresidente haga examen juicioso antes de su posesión en el senado, para blindarse de la manipulación de la ley, en que son expertos sus adversarios.

Y finalmente convirtió a las FARC, los más perversos asesinos de colombianos, en importante instrumento de su victoria, a través del lento e ignominioso proceso de paz, que aceleró en el último mes con publicitados acuerdos de papel, donde no aparece exigencia alguna para que dejen de matar, reclutar niños o negociar la droga. “El que se humilla para conseguir la paz, se queda con la humillación y con la guerra.” (Winston Churchill)

La paz fue una estrategia de campaña, un teatro con escenografía reeleccionista, fue la fachada, la máscara programática para justificar los votos comprados,  porque a Santos no lo eligió la paz sino la compra de votos, y algunos que consiguió con promesas de viraje a la izquierda y de premio para los hampones. Obviamente su máscara de paz le sumó votos inocentes, incluyendo el de muchos jóvenes que perdieron con Peñalosa y salieron a votar por Santos creyendo que lo hacían contra la guerra.

El margen inferior al millón de votos, se traduce en la fractura del país por mitades y erige a Uribe como la mayor fuerza política de Colombia, quien jugó solamente con su imagen, contra el dinero, el poder, las alianzas y las marrullas de presidencia.

“Se puede ganar con la mitad, pero no se puede gobernar con la mitad en contra”  advirtió el presidente Kennedy en los sesenta, y a Santos le saltó a la cara la mitad nacional para advertirle que no permitirá su entrega al hampa organizada bajo el estatus de ejército beligerante; que se opondrá a la corrupción y el despilfarro del presupuesto nacional; que vigilará para que no se venezualice o cubanice el país, y que no quiere en el congreso a Timochenko ni sus secuaces, los cuales deberán pagar por sus crímenes.

Otras conclusiones de la jornada abren paso a interrogantes de interés sociológico y político.

Media Colombia se mostró complaciente con el rumbo del país. ¿O significa otra cosa el voto por la reelección? ¿De qué se quejarán ahora? ¿Cómo justificará la izquierda sus protestas después de validar lo que antes protestaban? La promesa de Santos de repartirles un poco de burocracia, es una promesa veleidosa donde no cabe la inocencia. Se hicieron responsables directos de la continuidad, pisotearon sus argumentos de rebeldía, siendo su esencia la rebelión, como es la esencia de Santos incumplir. No veo allí una luna de miel duradera.

Pero otra media Colombia se declaró escéptica y contraria a la falsa paz del presidente. ¿Se atreverá Santos a presentarla a los ciudadanos para su refrendación? ¿Pasarán sus propuestas en el Congreso, con la plenaria radicalizada y dividida? Ya Santos no necesita a la guerrilla, y él, que sí sabe los inconvenientes de su paz, y que traicionó a Uribe tres días después de posesionarse, tampoco tardará mucho en desmontar la estantería de La Habana. Por lo menos ya no tendremos que aguantar a diario el cinismo y la risa de Santrich burlándose de las víctimas, de Colombia y de sus muertos.

La euforia de los jóvenes tampoco será duradera y regresarán dolorosamente a la realidad cuando pretendan trabajo formal, o acudan a una cita médica, o sean atracados en sus barrios. Por desagracia serán el tiempo y el deterioro nacional, y no los votos, los que abrirán sus ojos para darnos la razón.

La que sí va a durar es la euforia de sus huestes victoriosas, que el mismo día de las elecciones incendiaron tres vehículos entre Quibdó y Medellín, y quemaron material electoral en Nóvita, aunque el parte del Ministro Aurelio Iragorri fue de total tranquilidad, pues la guerrilla solo obligó a trasladar mesas de votación en Amazonas, Arauca, Cundinamarca, Tolima, Valle, Boyacá, Santander, Chocó, Guajira, Antioquia, Meta y Caquetá. En Chocó además pusieron minas en la carretera. De resto fue normal, porque en los municipios los ciudadanos y los campesinos cedieron asustados a la amenaza de la guerrilla y votaron por Santos, y así no tuvieron que asesinar a ninguno. A los dueños de los vehículos incendiados no les preguntaron si habían votado por Santos.

Finalizo con un alerta y una denuncia que quedará en el vacío mientras dure este gobierno, pero que está afectando y afectará a muchos colombianos. La unión guerrilla/Santos generó una nueva violencia de matoneo antiuribista, y el triunfo la recrudeció. Se exacerbó el odio y el lenguaje matrero, evidenciando que en la alianza santista quedó incluida la delincuencia. Circulan en las redes sociales amenazas para matar uribistas como las proferidas por Fernando Castro y muchas más, que preconizan el futuro oscuro que deberemos afrontar con realismo y decisión.

Lamentablemente soy víctima de esta nueva violencia, pero con el respaldo de medio país seguiremos opinando desde las trincheras de la oposición, las del otro lado fueron vendidas y abandonadas por la izquierda.

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