SANTOS Y LA PAZ: QUE LA HAGA

Llevamos dos años oyendo el mismo sermón, desde el mismo púlpito, con la misma entonación, y estamos, como dicen los jóvenes, mamaos. ¿Por qué, en lugar de tantas insultadas del doctor De La Calle, y de tantas explicaciones del insoportable Sergio Jaramillo, y de tantos silencios del muy benemérito General Mora, de tanta prédica y tanto aparato, no hace la paz, señor Santos?

Nadie se lo impide. Ya ganó o se robó las elecciones en las que cifraba sus expedientes disuasivos. Ni esa disculpa le queda.

Pero nada. El mismo cura y la misma monserga. Nos tiene hasta la coronilla, señor Santos.

En lugar de poner de estrella de la televisión a De La Calle, mándelo a Cuba para que arregle los pendientes de estas conversaciones inútiles y costosas, y de regreso nos cuente en qué sí consiste la paz, después de hablar tanto sobre aquello en lo que no consiste. Coja la idea. Se la dejamos gratis.

Que vaya y resuelva la discusión sobre la Asamblea Constituyente que sigue exigiendo Timochenko, y el referendo que usted propone. Ninguno de los dueños de esas criaturas ha querido decir en lo que consisten. Ni usted, Santos, adelanta un paso sobre el referendo, ni Timo hace lo propio con la Constituyente.

Tampoco se ponen de acuerdo en el tema de las amenas charlas de La Habana. Porque Márquez y sus acólitos repiten todos los días que el preámbulo es parte del acuerdo y usted dice que no. Y la diferencia es nada menos que el orden social y económico de esta sufrida y engañada dama que Colombia se llama.

Antes de meterle muela a los puntos cuarto y quinto, salgan de los pendientes de los tres primeros, que son, nada menos que el núcleo de cada uno:

¿El castigo para los delitos de lesa humanidad, es o no la cárcel?

De acuerdo a esa preguntica vendrá la que defina si Timo y sus muchachos vienen al Capitolio o a La Picota. Algo va de lo uno a lo otro. ¿No les parece?

¿Entregan las armas, o las dejan disponibles para cualquier emergencia o para las próximas elecciones?

¿Viene Reforma Agraria para confiscar las tierras que Santos o Timochenko declaren mal explotadas?

¿Qué es un latifundio? No olviden que de esa pequeñez depende que la tierra sea de sus dueños o de las FARC.

¿Cómo serán las Zonas de Reserva Campesina? ¿Y cuántas se organizarán por el territorio nacional?

¿Entregarán las FARC sus enormes fortunas escondidas, las que han amasado con el más próspero negocio del mundo, el narcotráfico?

¿Se comprometen a arrasar en término fijo, no mayor a seis meses, todos los cultivos de coca que señorean?

¿Renuncian a la minería ilegal y al contrabando de combustible desde Venezuela?

¿Devuelven los miles de niños y niñas que tienen reclutados?

¿Devuelven los centenares de secuestrados que están, vivos o m muertos, en su poder?

¿Entregarán los mapas con las minas que tienen sembradas, con el compromiso de no agregar otra a la tenebrosa lista?

¿Vendrán al Congreso, después de pagar sus penas, según los votos que saquen, en campañas sin fusiles?

La lista no es exhaustiva. Pero contiene varias de las más graves dudas que suscitan los pendientes de los tres primeros puntos. Tarea tienen los plenipotenciarios. Todo se ha ido hasta ahora en charlatanería barata, detestable  propaganda, anuncios en el aire. A trabajar, se dijo, que la paz de Santos no ha empezado. Como diría Gabo, se acabó la mamadera de gallo.

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