A responder

¿Por qué las Farc atentaron contra la población civil en zona rural de Valle del Guamuez, Putumayo, hace un par de semanas? Ese, por supuesto, no será el primer punto a tratar en la agenda del reinicio de los diálogos en la Habana, este martes. Pero debería serlo. Y no porque la delegación del Gobierno lo imponga o lo proponga, sino porque los jefes guerrilleros deberían ponerle la cara al país, luego del criminal derrame de crudo.

¿Y qué sacamos con que respondan, dirá usted, si el mal ya está hecho? Sí, le hallo razón. Comparto su visión de que un acto como este no tiene explicación, y, menos, reparación. Lo que encontraron allí, tras el atentado, la Defensoría del Pueblo y una serie de entidades nacionales y locales debería grabarse en piedra para jamás olvidar hasta dónde llega la degradación del conflicto.

Uno lo dice aquí rápido, pero vaya usted y le pregunta a esos 343 compatriotas afectados por el desastre a qué sabe el agua que deben consumir luego de sacar la que corre por los ríos, ponerla en baldes para que el crudo se vaya al fondo y echar mano sí entonces de la que flota, viscosa y digna de ninguna confianza.

¿O qué pueden hacer los niños que llevan dos semanas sufriendo de dolor de cabeza y mareos por el insoportable olor a combustible con que ahora deben convivir en la escuela, de uno de los lugares afectados, ubicada apenas a veinte metros de los torrentes que esos 23 carrotanques vaciaron, a las malas, de sus depósitos, nada menos que 5600 galones? Los estudiantes van a clase a pesar de que el aljibe se contaminó y ni siquiera tienen la opción de asistir al único puesto de salud, porque, al no haber agua, tuvieron que cerrarlo.

Entonces, el visitador médico debe ir casa por casa, lo que resulta dispendioso y, por ende, limita la cobertura.

Las Farc deberían entonces responderle a ese puñado de colombianos, más allá de que la empresa que transportaba el crudo atienda al emplazamiento de la Defensoría de llevar agua a la gente.

Entiendo que utilizaron esa vía sin estar autorizados y eso les genera alguna responsabilidad. Eso me da para una serie de preguntas: ¿Si los carrotanques hubiesen utilizado la vía que acostumbran, las Farc no habrían atentado en su contra ? ¿Acaso, porque hay presencia militar en la vía tradicional? ¿O es que hay “licencia” para utilizar una, pero no para la otra?

Bueno, pero entonces, ¿qué es lo que sacamos con que la guerrilla plante cara en La Habana sobre el tema? Pues más allá de lo que digan, este debe ser un nuevo paso hacia la necesidad de que vayan asumiendo responsabilidades. Porque cuando cuaje este proceso de paz (al que respaldo y en el que creo), tendrán que entender que los tiempos y las circunstancias cambiaron. No sé si eso lo vamos a ver en el Capitolio, en las asambleas departamentales o en los concejos municipales. Lo que sí sé es que llegará un momento en que a las Farc no les bastará con hacer uso de ese tono y de esa soberbia con la que se acostumbraron a tratarnos.

Tono y soberbia que surgen de una presunta estatura que les da su condición de alzados en armas. Y tono y soberbia de algo peor: la fuerza de carácter que durante tanto tiempo les han significado el fusil en bandolera o la pistola (hoy, como si la tuvieran) encima de la mesa.

Es por eso que ahora, en pleno proceso, hay que mirarlos a los ojos y preguntarles si les gusta más ese país con el que, a pesar de todo, sueñan los niños del Guamuez, o este de la cobardía a la que andaban dedicados sus hombres el 1 de julio de 2014, aquella de envenenar la vida mientras dicen que luchan por ella.

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