Contrastes en el drama transfronterizo

No hay para dónde hacerse en el drama diario de los niños y adolescentes que nos llegan desde el sur, Honduras, Guatemala o El Salvador, para unirse a los nuestros y juntos emprender su mísera caravana, por cualquier medio, incluso en un fatídico tren, hacia Estados Unidos, la tierra de promisión.

El asunto es tan inextricable, que el Presidente más poderoso del mundo se limita a pedirle a los padres de familia no mandar a sus niños y adolescentes a su país porque sus leyes no ofrecen esperanza de permanencia legal. Sólo hay albergues que la patrulla fronteriza usa para mantener a los indocumentados en espera, a veces por dos o tres años, de que sus casos sean resueltos para efectos de deportación.

La terca desconfianza de los republicanos, declarada por su líder, a todo acto de Obama canceló de aquí a 2018 la posibilidad de llegar a algún acuerdo legislativo que facilite a miles de niños reunirse con sus familias en Estados Unidos. Mientras tanto, desde octubre de 2013 han sido detenidos 52 mil niños y jóvenes, más del doble que el año pasado, que huyen incluso de la violencia de mafias locales. La llegada de más inmigrantes de Centroamérica y México puede escalar hasta 90 mil para fines de este año. No hay más alternativa que intentar detener el fenómeno, para lo cual Obama pide dos mil millones de dólares a su Congreso para reforzar el patrullaje fronterizo.

La migración centroamericana se añade a la nuestra y es parte de un gigantesco problema humanitario mundial, como lo es la imparable corriente de africanos que arriban por mar a Italia y España. En el caso de México, los migrantes son víctimas de las mafias que extorsionan y asesinan, extrayendo cientos de miles de dólares de ganancias. Nuestras autoridades, tantas veces en connivencia, facilitan el negocio.

La primera dama de Honduras, que encabeza una comisión para atender la crisis que estalló en el suroeste de Estados Unidos por la llegada de centroamericanos, pide que se comparta la responsabilidad de cuidar de la integridad física de sus pequeños connacionales, que son objeto de comercio infantil de todo tipo, como es la venta de niños para pornografía o la de sus órganos y que tiene su mercado en los países ricos. Este asunto fue recientemente denunciado por el papa Francisco.

Todos sabemos que la raíz central del drama de la migración se hunde en las condiciones de pobreza inmisericorde que sólo se remediará al ir mejorando los niveles de vida, fruto de la evolución económica. Entre tanto, continuarán las privaciones que avergüenzan y deshumanizan.

La respuesta de sólo un país no basta. La acción conjunta de los países involucrados es indispensable. México, en consulta con Estados Unidos, Guatemala, Honduras y El Salvador, debe suscribir programas coordinados para compartir la responsabilidad de cuidar, en todas las rutas, a los que por ellas transitan, sean niños o adultos. Cabe crear una comisión ad hoc encabezada por Naciones Unidas e integrada por Estados Unidos, México y nuestros vecinos centroamericanos, con representantes de organismos multinacionales y privados. Responsable al secretario General de la ONU, la comisión ejecutaría los programas de protección aprobados por los presidentes de los países miembros.

Es el momento de intensificar el combate concertado a la pobreza regional ampliando el TLCAN y los tratados existentes con Centroamérica a desarrollos agrícolas e industriales conforme a estrategias convenidas a nivel gubernamental.

Nota final. Parece que los únicos ejemplos de solidaridad que encuentran los miles de mexicanos y centroamericanos que arriesgan sus vidas y sus magros recursos en su heroico afán por mejorar su circunstancia son casos como los Samaritanos en Nogales, Arizona, la Commonwealth Catholic Charities, en Virginia, y, del lado mexicano, la Iniciativa Kino para la Frontera, el Albergue San Juan Bosco y muchos otros refugios que calladamente funcionan. Qué decir de las extraordinarias mujeres que a diario, en las paradas que hace La Bestia, se acercan a las vías a regalar sopa, tamales y café caliente, o cobijas a los que viajan encima de los carros de carga. Su labor no se publicita.

Consultor

juliofelipefaesler@yahoo.com

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