Economía falsa

La pregunta sobre si existen factores que determinan el desarrollo económico o si es el producto de buenas decisiones de política, es una de las más interesantes y complejas. Para algunos analistas, elementos como la geografía, el clima, la religión, la topografía, la composición racial o la estructura política determinan el éxito o el fracaso de las naciones. El ya célebre texto ¿Por qué fracasan las naciones, de Daron Acemoglu y James Robinson (Crown Business, 2012), está en esa línea de investigación. Pero mucho más interesante es la obra de Alan Beattie, False economy (Penguin Books, 2010), en la que se opone al determinismo y prefiere analizar los errores cometidos por los pueblos. Beattie, historiador de Oxford y economista de Cambridge, es actualmente unos de los editores del Financial Times y un gran conocedor de los temas de comercio internacional.

Beattie prefiere analizar los momentos claves en los que los pueblos determinan su futuro. Por ello, la aproximación tiende a privilegiar los puntos de inflexión históricos, en los cuales se definen las tendencias de largo plazo. El autor analiza casos como los de Argentina, Perú, Egipto, naciones musulmanas y temas de actualidad como el medio ambiente o la economía de la droga. En todos los casos, identifica las decisiones que explican los éxitos y fracasos de cada país. Las preguntas son apasionantes como, por ejemplo, por qué no se produce cocaína en África o cuál es el efecto real de la corrupción en los resultados económicos. En algunos casos, las conclusiones resultan sorprendentes, pues no son las anticipadas.

Sin duda, la aproximación de Beattie es útil para el caso colombiano. ¿Cómo es posible que un país con un sistema político corrupto, un Estado débil, una guerrilla obsoleta, un resistente modelo mafioso, un inmenso retraso en infraestructura, deficiente sistema de educación y muy poca investigación aplicada, puede mostrar resultados económicos superiores al promedio internacional. La respuesta está en algunas decisiones históricas que el país ha adoptado. Por ejemplo, es evidente que el Frente Nacional nos permitió desarrollar un modelo económico con un consenso político bastante amplio. Aprendimos que con la economía no se juega y por ello pasamos por la crisis de la deuda de los años ochentas sin tomar el atajo de declarar la moratoria y renegociación. La ortodoxia en el manejo de nuestros compromisos financieros nos ha permitido tener acceso a crédito en condiciones cada vez mejores.

También aprendimos a no hacer demagogia con el presupuesto y garantizar que nuestro banco central fuese técnico e independiente. Pocos países en desarrollo pueden mostrar esos niveles de madurez institucional. En los últimos años, Estados Unidos han demostrado que, en naciones prósperas, también se puede jugar irresponsablemente con el nivel de deuda y la emisión monetaria, errores que pagarán en un futuro cercano.

En el fondo, el mensaje de Beattie es que somos lo que decidimos ser. Por eso es tan peligroso, como sucedió en la pasada elección presidencial, que se ofrecieran, de forma irresponsable, beneficios y prebendas que resultarán muy costosas de asumir. Crear una economía falsa permite ganar comicios, pero hipoteca el futuro.

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