El drama de Dilma tras la derrota de Brasil

La presidenta le apostó a ganar el Mundial. Pero con la goleada a la ‘Canarinha’ a manos de Alemania, su reelección pasa a pronóstico reservado.

“Así como todos los brasileños, estoy muy muy triste con la derrota”, dijo la presidenta Dilma Rousseff en su cuenta de Twitter poco después del partido que la ‘Seleção’ perdió ante Alemania por 7 goles a 1, el peor resultado de su historia.

“Lo siento inmensamente por todos nosotros hinchas, y por nuestros jugadores”. A ese trino, la mandataria brasileña habría podido perfectamente agregar que su preocupación era también por ella y por su futuro político.

En efecto, Rousseff y su Partido de los Trabajadores afrontarán el próximo 5 de octubre unas cruciales elecciones presidenciales, cuyas encuestas los favorecían hasta la semana pasada, pero que tras la apabullante goleada de esta tarde se les pueden escapar de las manos.

Tal y como reportó la agencia AFP, tanto en las gradas del estadio como en las calles y los cafés de las principales ciudades, el ánimo del público pasó en menos de 15 minutos de la incredulidad a la sorpresa, y de esta a la abierta hostilidad hacia los responsables de un marcador intragable.

Previendo tal vez un ‘tsunami’ de goles que se les venía encima, muchos hinchas abandonaron incluso sus lugares tras el quinto tanto, encajado cuando aún faltaban más de 60 minutos de juego.

Sin la esperanza de sumar una sexta estrella a su palmarés, el gigante suramericano regresó así al punto donde había quedado antes de que la fiebre mundialista se tomara sus calles. Es decir, a ser una sociedad atravesada por un hondo pesimismo, exasperada con la corrupción en particular y los políticos en general.

Pese a ser la sexta economía del mundo, para muchísimos brasileños el ‘país del futuro’ sólo lo es en los informes macroeconómicos y en las propagandas para los inversionistas extranjeros, por lo que expresan en manifestaciones y en otras formas de protesta la mala calidad de la educación, de los servicios públicos y de sus fuerzas de seguridad.

Ello, por no hablar de sus puentes que se caen a los pocos minutos de su inauguración, o de las obras que no se hacen o quedan inconclusas porque la plata desaparece en las oficinas estales.

Si bien la popularidad de la presidenta-candidata había registrado un ligero repunte durante las semanas del Mundial (su intención de voto pasó del 34% al 38%), la derrota significa un enorme revés y hace ver como un viacrucis el camino que tendrá que recorrer hasta las presidenciales.

De hecho, como un abrebocas de lo que se le puede venir, durante el descanso del partido se oía en las tribunas del estadio Mineirao: “¡Dilma, vete a tomar por el culo!”.

De los tres ‘megaeventos’ que el gigante suramericano decidió organizar en tres años, tanto la Copa de Confederaciones en el 2013 como el Mundial no tuvieron el efecto esperado.

Por si fuera poco, el tercero –las Olimpíadas que previstas en Rio de Janeiro para el 2016– presenta atrasos incluso más graves que los que caracterizaron el presente certamen, con muchas de sus sedes aún sin comenzar.

Para un país que esperaba que este evento fuese la confirmación apoteósica de su ascenso económico, el balance es decepcionante. Para los excluidos del desarrollo, el fracaso deportivo podría ser la gota que derrame el vaso. Y, para Rousseff, el 8 de julio (que ya se conoce como el ‘Mineiraço’) se podría convertir en una catástrofe, y no sólo por razones futbolísticas.

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