Entre la felicidad y el miedo

Cuántas gracias le tendremos que dar a Dios por darnos el privilegio de habernos dejado tomar un fuerte respiro después de los angustiosos días que tuvimos que sufrir durante unas elecciones, que no fueron ningún ejemplo ni de honestidad, ni de democracia y mucho menos de decencia. Estoy seguro de que la mayoría de los colombianos nunca olvidaremos los aciagos días que pasamos en medio de una violencia verbal, y unos ataques verbales, junto con maledicencias, como hacía muchos años no teníamos que soportar.

El respiro a que me refiero es, sin duda, el tensionante pero maravilloso momento que nos están haciendo vivir estos muchachos, héroes del deporte, quienes en una forma casi milagrosa han logrado que después del desastre entremos en una deliciosamente preocupante época que nos está brindando la Copa Mundial de Fútbol.

Nunca el país se había sentido tan solidario por razón alguna, ni nunca habíamos cambiado nuestra mentalidad en una forma tan provechosa como lo que nos está pasando con el fútbol. Para un país acostumbrado, lamentablemente, a vivir durante toda su historia en medio de la barbarie salvaje promovida por los bandidos sanguinarios, cuyo reinado de sangre parece no tener fin, esto es casi desconocido para nosotros. Al escribir estas líneas todavía no sabemos cuál va a ser el resultado de nuestro enfrentamiento deportivo con el coloso Brasil, cinco veces campeón del mundo, pero estoy seguro que el 3-1 final a favor de nuestros muchachos va a causar una conmoción mundial, que nunca se olvidará mientras el fútbol siga siendo el deporte rey.

Pero, desafortunadamente, mientras todo el país grita de júbilo, la realidad nos hace recordar que estamos todavía lejos de poder borrar de nuestra mente el mal que siguen ocasionando los apátridas del Eln, quienes no pararon de cometer los mismos cobardes asesinatos contra la población indefensa, dejando un saldo de 13 civiles heridos, en un vil atentado; volaron por milésima vez el oleoducto Caño Limón; asesinaron con toda la sevicia a dos policías de un CAI, que cumplían con su honrosa y valerosa misión de proteger a nuestros conciudadanos y después, con todo el cinismo de que son capaces, demandan a un gobierno (que debería haber reaccionado con patriotismo y no con cobardía) que los incluya en las conversaciones de paz, que además con gran incertidumbre se llevan a cabo con los otros asesinos de las Farc. Estos, a su vez, se han parado en estos días de la mesa de negociaciones si no les permiten que entren a negociar otros dos cabecillas de sendas columnas del sur del país. Y ahora acaba de asaltar 12 tractomulas en el Putumayo, destruyendo la mercancía que llevaban a los campesinos de la región. Y, como si fuera poco, con gran "valentía" secuestran a un honrado y sencillo geólogo caldense, y quién sabe qué otras barbaridades más van a cometer.

¿Cómo diablos puede Santos seguir creyendo en estos facinerosos?

Durante el periodo electoral se estableció la polarización del país, impulsada por el mismo gobierno, en su afán por conseguir la reelección a como diera lugar, demostrando que nos falta mucha educación política antes de convertirnos en una verdadera república democrática. Por eso quiero resaltar y repetir hasta el cansancio que no creo que haya un solo compatriota, fuera de los conocidos y repudiables salvajes bandoleros, que no esté de acuerdo con la paz. Que no consideremos que la estrategia actual sea la más conveniente, es otro punto que solo lo definirá la historia.

Ojala así como hemos tenido este descanso espiritual con el Mundial, esos deseos que nos envuelven de tener una patria en paz, no se vayan a esfumar por las malignas intenciones de quienes hasta el momento es muy poco lo que han demostrado de deseos de parar el baño de sangre. Quiero dejar constancia de que si se llega a firmar un acuerdo y a poner en práctica de una manera honesta la paz seré el primero en elogiar al presidente Santos, y hasta en firmar una solicitud con todos los colombianos para que le sea concedido el Premio Nobel de la Paz, como es su obsesión.

Por ahora sigamos gozando sanamente con la enorme felicidad que nos han dado nuestros muchachos, y recemos porque esto les sirva de ejemplo a los bandoleros de como se hace la unión de este país, sin llegar a la degradación violenta que tan cruelmente practican.

P.D.: Indignación: En la mayoría de los casos es 2 por ciento de moral, 48 por ciento de indignación propiamente dicha y 50 por ciento de envidia.

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