La consecuencia de ser un país orgulloso y untado de mermelada

"Qué nos pasa a los colombianos, ¿por qué creemos que somos tan excepcionales?"

Hace pocos días se publicó el Informe sobre Desarrollo Humano 2014 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Además de hacer un análisis sobre los principales factores que inciden en el nivel de desarrollo de las naciones, incluye el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que se construye con tres indicadores: expectativa de vida, años de escolaridad e ingresos per cápita, en el cual Colombia ocupa el puesto 98 entre 187 países.

A nuestros dirigentes les pareció honroso el puesto; salieron orgullosos a afirmar que vamos bien y que venimos mejorando. Pero aclaro, la mayoría de los países vienen mejorando y en cambio Colombia perdió dos puestos entre el año 2012 y 2013. A El Espectador le pareció una noticia relevante y la publicó en primera página. También comentaron con cierta indignación los resultados del IDH el exministro Manuel Rodríguez, el senador Horacio Serpa y el exsenador John Sudarsky, pero en general, el resto de nuestros líderes vieron pasar la noticia sin pena ni gloria.

Sin embargo, lo que dice el IDH es bastante preocupante. Reitero, ocupamos el puesto 98 entre 187, estamos por debajo del promedio y aunque entramos raspando al grupo de desarrollo humano elevado (los grupos son: muy elevado, elevado, medio y bajo), en comparación con nuestros vecinos suramericanos, ocupamos el mismo puesto de Ecuador y sólo estamos por encima de Paraguay y Bolivia. Chile y Argentina se encuentran en el grupo de desarrollo humano muy elevado, y Uruguay, Venezuela (léase bien, Venezuela), Brasil y Perú, en nuestro mismo grupo, pero muy por encima. Perú, por ejemplo, que es el país que nos precede, nos lleva 16 puestos.

Adicionalmente, en relación con el Gini (tasa de inequidad) presentado en el Informe, compartimos con Guatemala la verguenza de ser el país número 11 entre 136 en desigualdad. Con mayor desigualdad se encuentran países como las islas Seychelles, Comoros y Micronesia (ninguna con más de un millón de habitantes), Namibia, Zambia, Sur África y la República Central de África (que no sabemos si sigue siendo un país), Honduras y Haití. El único país con un índice de inequidad mayor al nuestro en América del Sur es Bolivia, y la diferencia es de menos de un punto porcentual. Cuando el IDH tiene en cuenta la inequidad y se ajusta Colombia pierde 10 puestos, mientras que nuestro vecino Ecuador, que si recuerdan ocupaba el “honroso” puesto 98 con nosotros, solo pierde 3, situándolo en un puesto muy por encima al nuestro.

Para terminar de describir el panorama en el que nos encontramos, en educación somos el país con menos años de escolaridad de Suramérica, 7,1 años, mientras el promedio de los países de desarrollo humano elevado es de 8,1. En años de escolaridad esperados para los estudiantes que se encuentran actualmente matriculados sólo superamos a Ecuador y Perú.  Adicionalmente somos el segundo país con el índice de inequidad educativa más alto después de Ecuador, una tasa de analfabetismo que solo la superan Ecuador y Brasil, la cobertura de preescolar más baja después de Paraguay, y con una de las tasas de deserción en primaria más elevadas, después de Paraguay y Perú. Para dramatizar, Colombia tiene una tasa de deserción en primaria del 15.3 mientras que la de Chile es de 2.1. Y podría seguir.

Qué nos pasa a los colombianos, de qué es lo que nos sentimos orgullosos, por qué creemos que somos tan excepcionales. Efectivamente nuestra economía crece en promedio hace ya varios años al 4%, pero de poco nos sirve, no solo por los indicadores que acabo de presentar, sino porque todavía se mueren nuestros niños por desnutrición. El contraste es duro; hace varios años tuve la oportunidad de representar a Colombia en un evento organizado por el Ministerio de Educación de Chile. Presenté el funcionamiento de algunos de nuestros modelos pedagógicos que nos hacen sentir orgullosos, como Escuela Nueva y otros, y nuestro modelo de currículo abierto, basado en competencias. Me acuerdo con asombro de mis colegas chilenos impresionados por nuestro trabajo y de lo inconformes que se sentían con los resultados del sector educativo en su país. Chile hoy ocupa el puesto 41 en el IDH, el país latinoamericano mejor ranqueado. También tuve la oportunidad de vivir hace ya más de una década en el Perú, y me acuerdo pensando con gran arrogancia en lo increíblemente superior que me sentía por ser colombiana. Gran lección me han dado los peruanos, porque, les recuerdo, Perú está bastante por encima de nosotros en el IDH y como van, estoy segura que en una década ya se situarán en el siguiente grupo de desarrollo humano. Ejemplos a seguir, y queda claro que no debemos sentirnos orgullosos hasta no lograr que todos los colombianos tengamos garantizados los derechos básicos y las mismas oportunidades.

De lo que desafortunadamente también estoy segura es que si los colombianos seguimos creyendo que somos insuperables, seguimos tapando el sol con la mano pensando que estamos perfectamente bien, y nuestros gobernantes siguen creyendo que la inversión social, la que se realiza con nuestros impuestos, se debe gastar en respuesta a favores políticos (elegantemente llamada mermelada), no solo no llegaremos a ser parte del grupo de desarrollo humano muy elevado, sino que continuaremos viendo como todos nuestros vecinos nos dejan atrás y nos convertiremos en el país más subdesarrollado e inequitativo de Suramérica (y no estamos lejos).

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